Y
así pasó la vida, de bar en bar, de bebida en bebida, borracho a
más no poder, pero eso sí, disfrutando de la vida, mi vida, y de
mis maneras de vivir. Y todas las noches, a eso de las 4, salgo del
último bar, pero no con rumbo al hogar… sino a buscar cobijo, en
las calles solitarias, repletas de lameculos y embusteros,
prostitutas que buscan dinero, magnates que venden su droga a gente
como yo, que al cabo de las horas, y ciegos de cocaína, acabamos en
las esquinas, soñando sin soñar, introducidos en un mundo sin
reglas, donde las albenderas tejen su manto de deseo, pero al fin y
cabo, sin saberlo pero con abrazaderas, solo estoy borracho en las
aceras.
Y
ya a eso de las 5 y algo, porque los minutos no los tengo exactos en
mi memoria, voy tomando rumbo y conciencia, y entonces me voy dando
cuenta, de que estoy hecho una mierda, de que mi vida no tiene
sentido, y que el alcohol ahoga mis penas, y el tabaco las quema. De
las aceras me levanto, a eso de las 6, cuando se comienza a ver el
sol salir, y el día va apareciendo, mostrando su aroma somnoliento
de una mañana fresca de primavera. Y yo comienzo a caminar, por las
calles del olvido, aún borracho y de drogas perdido, pero algo de
sentido he recuperado, y gracias a ello puedo recapacitar sobre mi
vida, y pensar que hacer con ella, por que cuando acaben los efectos
del alcohol y la droga, volverán las penas ahogadas y quemadas, y me
torturarán una y otra vez. Así que con esto digo, que la vida es un
huracán de dolor, y los momentos buenos son pasajeros, y muy pocos
se quedan en el corazón. Pero aún sabiendo que soy idiota, y que no
suelo hacer las cosas bien, voy caminando junto a Satán, mirando al
cielo, pensando si hay Dios, y si es verdad que nos observa. Y
después de toda una noche de lujuria y albedrío, ya con la
conciencia en recuperación, después de salir borracho de las
esquinas de las aceras, acabo como siempre, herido sin arma, y muerto
en la carretera.