jueves, 27 de junio de 2002

Helena.

Título: Helena
Autora: Nessie Kenobi
Plot/Datos: Bandas, My Chemical Romance, Gerard Way.






1.






Realmente, no sé cómo ni cuándo comenzó todo.

Me llamo Helena, pero siempre me han llamado Hell, tanto como para abreviar mi nombre, como por mi tendencia hacia lo oscuro.
Siempre he sido diferente a los demás, y siempre me he sentido orgullosa de serlo, puesto que opinaba que ser igual que el resto era una desgracia.
Creo que fue por esa ideología mía por lo que me fijé en él.

Creo que todo empezó con el curso.
Nada del otro mundo, otro simple curso que empezaba para continuar su monótona trayectoria, como todos los años.
Suspensos, aprobados, chicas repelentes.
Alguna gente nueva, y poco más.

Con esta idea, entré en el instituto público en el que estaba obligada a estudiar.

Mis dos amigas ya estaban en la puerta, me saludaron justo al entrar.
Nos sentamos en las escaleras para fumar un cigarrillo antes de adentrarse realmente en las clases, era como nuestro desestresante para lo que se nos venía encima.

Y entonces, fue cuando lo vi por primera vez.
Subiendo las mismas escaleras en las que yo estaba sentada.

Era pálido, muy pálido, tanto como yo, lo que contrastaba con sus ojos perfilados en negro y rojo.
El color de sus ojos parecía variar por momentos, pero en ese mismo momento se mostraban de un verde increíble, que me hipnotizó.
Su cabello era negro, al igual que su vestimenta, en la que solo destacaba una corbata de color rojo.

Era como yo, al menos en cuánto indumentaria.
Creo que eso fue lo que produjo mi fijación en él.
Pero eso solo fue la primera impresión, rápidamente me dí cuenta de que mi fijación se debía también a la perfección de sus rasgos, a su rostro angelical, a las sonrisas que le veía esbozar en clase...de todo, absolutamente todo en él me atrajo. Y Gerard Way se convirtió en una obsesión para mi, en mi entretenimiento en las clases - porque sí, estaba en la misma clase que yo -, se convirtió en mis sueños más profundos, en mis pensamientos más inquietos...

Intenté sacarlo de mi cabeza, pero nada funcionaba ya. Había dejado pasar todo durante demasiado tiempo como para conseguir sacarlo ya.
Hiciera lo que hiciera, iba a seguir obsesionada con él.

O tal vez...enamorada.

miércoles, 26 de junio de 2002

Helena.

2.






El amor era algo nuevo para mí. Jamás había querido a alguien, al menos que no fuera de mi familia, o una mera relación de amistad, siempre se le acaba cogiendo cariño a alguien, nos guste o no. Pero esa clase de amor...era distinto.

Era algo obsesivo, algo corrosivo.
Pasaba las horas con él en mi cabeza.
Las clases ya no tenían sentido para mí, ni siquiera estudiaba.
Tan solo...pensaba en él.
Y sentía asco de mi misma por ese mero echo, porque todavía no sabía que enamorarse no era una desgracia ni una pesadilla, si no más bien, todo lo contrario.
Pero como ya dije, no lo sabría hasta un futuro, en esos momentos, lo único que hacía, era maldecirme a mi misma.

Estar en clase, andar por los pasillos...era como si estuviera metida en un sueño, no era consciente de nada, absolutamente de nada.

Tan ensimismada en mis pensamientos iba cierta vez...que me tropecé con él, haciendo que todos los libros que llevaba entre los brazos se desparramaran por el suelo. Nunca uso mochila dentro de el instituto, pero en esos momentos no supe si aceptarlo como una bendición o como una maldición.
Me agaché y comencé a recogerlos todos, mientras que mis mejillas se encendían.
Levanté la viste hacia el frente, y él estaba también agachado enfrente de mi, ayudándome a recoger los libros, mientras que mechones de pelo le caían sobre el rostro.
- ¿Estás bien? - me dijo en cuanto reparó en que le estaba mirando.
- Sí, no ha sido nada - sonrió.
- Bien, ten, tus libros.
- Gracias - esta vez le sonreí yo.
- ¿Como te llamas? - había comenzado a andar, y él, simplemente, había continuado andando a mi lado.
- Helena, pero todo el mundo me llama Hell, la verdad es que lo prefiero así.
- Qué nombre tan increíble - sentí como mis mejillas se volvían a encender.
- ¿Y tú? - sabía perfectamente como se llamaba, pero aún así, prefería que el ignorara que sabía más de él de lo que se creía.
- Gerard.
- Eres nuevo, ¿verdad?
- Sí, desde hace cosa de unas semanas.
- ¿De dónde vienes?
- De Nueva Jersey.

Continuamos hablando como si nos conociéramos de toda la vida, de cosas que realmente no tenían ninguna importancia, pero que hacían que yo me sintiera de la mejor forma posible.

Llegué delante de la puerta de clase y entré con él.
Nos sentamos, él a mi lado.
Empezó la clase.
Y al cabo de un rato, una nota llegó a mi mesa.

martes, 25 de junio de 2002

Helena.

3.



Cogí la nota, no sin cierta curiosidad.
La abrí.

"¿Tienes algo que hacer esta tarde?"
Me quedé quita, sin respiración, y rápidamente le dije que no, que no tenía absolutamente nada que hacer esa tarde.
"¿Me enseñarías la ciudad mejor de lo que la conozco?"
"Sin duda alguna"
"¿Esta tarde a las cinco delante de la puerta del instituto?"
"Perfecto :D"

Tras eso, me llegó una nota más.
La abrí; su número de teléfono.
Me miró, a lo que le respondí con una sonrisa y levantando el pulgar en señal afirmativa. Se rio en voz baja, lo que hizo que me quedara un rato hipnotizada viéndolo sonreír con esa sonrisa tan dulce que tenía.


Sin duda alguna, el futuro comenzaba a sonreírme.



lunes, 24 de junio de 2002

Helena.

4.






Volví a las escaleras de la entrada al instituto con mis amigas, a fumarnos otro cigarrillo, a desestresarnos de las clases. Le vi salir con cuatro chicos más, me saludó, a lo que yo le respondí, haciendo que mis amigas me avasallaran a preguntas. Al parecer, no era la única que se volvía loca por él, si no que había levantado expectación en todo el instituto.

Aunque no las culpaba, era perfecto.
O al menos, eso me parecía a mi.

Les conté lo que me había pasado en el pasillo, ese incidente que al final me había servido de mucho, las notas en clase, el echo de que me había pedido quedar esa tarde, de que me había dado su número...me demoré demasiado dando detalles, pero ellas lo estaban disfrutando, se les notaba. No estaban celosas, tan solo se alegraban por mi, y se lo agradecía.

Sam, mi mejor amiga desde la infancia, la chica más hermosa que había visto en mi vida a mi parecer, también estaba enamorada, o al menos, pasando por el mismo proceso que yo, algo que no tenía mucho sentido. Pero ella estaba "enamorada" de uno de los amigos de Gerard.
Me dijo que se llamaba Frank, y que la habían mandado sentarse a su lado en clase, con los pupitres de dos en dos, y que no sabía que hacer, como reaccionar. Se estaba desesperando de una forma que pondría enfermo a cualquiera. Pero no la culpaba.
En fin, no era culpa suya.
Al igual que mi problema tampoco era culpa mía.

Hablamos, fumamos más de un cigarrillo; nos fuimos a casa.
Y mis nervios no hacían más que aumentar.

domingo, 23 de junio de 2002

Helena.

5.






Llegaron las cinco.
A las cuatro y media exactamente yo ya estaba delante de la puerta del instituto, la desesperación podía conmigo, por mucho que quisiera negarlo, por mucho que quisiera hacerme la dura, la impenetrable. En el fondo, me estaba ablandando como nunca lo había echo, y me estaba volviendo demasiado frágil para ser yo misma.

Una ráfaga de viento pasó por delante de mí, haciendo que me estremeciera y me abrazara contra mi chaqueta de cuero. Era demasiado frío el tiempo que se presentaba ese día para la época del año en la que estábamos, aunque eso me gustaba. No había nada mejor que un día nublado, casi lluvioso, frío. Era, sencillamente, fantástico.

Apagué el segundo cigarrillo desde el momento en el que me aposté en la puerta del instituto, lo pisé con mi bota para apagarlo y lo mandé de un puntapié al charco más cercano que encontré.
Y entonces, apareció.

Llevaba una cazadora de cuero, como yo, solo que el llevaba la capucha de la cazadora sobre su cabeza, que le quedaba increíblemente bien. Llevaba el iPod encendido, tal vez escuchando The Misfits, grupo que me había confesado idolatrar, o tal vez Black Flag, mientras que miraba hacia el suelo.
En cuánto llegó, me sonrió y apagó el reproductor, mientras que con gesto me indicaba que anduviese junto a él.

- ¿He tardado mucho?
- No...en absoluto, solo que a mi me sobraba algo de tiempo y decidí esperarte un poco antes. Solo a mí se me ocurre ir a la peluquería en un día como este – dije, mientras cerraba mi paraguas rojo, haciendo que se vieran mejor las mechas rojas que me había echo ese día en la peluquería una media hora antes de apostarme frente al instituto.
- Te queda bien – sonrió él, a lo que respondí sonrojándome ligeramente.

Paseamos por toda la ciudad, sin rumbo aparente, como si no tuviéramos absolutamente nada que hacer. Finalmente, paramos en una de las cafeterías más concurridas de la ciudad, que por suerte, en esos momentos, estaba casi vacía. Pedimos dos cafés, mientras que seguíamos hablando.
Dispusimos un tema central: la música.

Me contó que tenía una banda con los otros cuatro chicos que acostumbraban a estar con él en el colegio, que todavía no eran demasiado conocidos pero que esperaban terminar con eso pronto, que estaban mejor que nunca, tocaban con más ganas de las que nunca habían tenido.
- Es genial que tengas un grupo.
Él sonrió, con esa sonrisa tan única que tenía.
- Podrías venir a un ensayo, solo si quieres, claro.
- ¿En serio?
- Por supuesto, cuando quieras.
- ¡Me encantaría!
- ¿Mañana te viene bien?
- Perfecto.
- Si me dejas, iré a buscarte a casa, solo si quieres, vamos.
- Claro, me parece genial. Aunque..me gustaría pedirte un pequeño favor.
- Por supuesto, dime.
- ¿Me dejarías llevar a una amiga?
- Claro, siempre y cuando solo sea una, tampoco quiero llenar el local de gente, como podrás comprender.
- Claro...tan solo es mi mejor amiga.

Entonces fue cuando le conté con todo detalle lo que Sam sentía por Frank. Me escuchó en silencio, con la sorpresa dibujada en su rostro, y, finalmente, dijo que sí, que lo mejor sería propiciar un encuentro entre ambos, que Frank estaba muy solo, y que había visto a Sam en un par de ocasiones y le parecía una chica fantástica para él.

Ambos sonreímos.
Algo estaba empezando a nacer entre ambos, algo que no sabía describir, algo que no sabía explicar. Pero que sin duda, estaba empezando a volverme más loca que antes. Loca de amor.

sábado, 22 de junio de 2002

Helena.

6.






A la mañana siguiente, llamé en casa de Sam, como siempre, para ir al instituto, como habíamos acordado el primer día de clase.
Ella me abrió, todavía adormilada. Se sorprendió al verme tan feliz, pues, por lo general, las mañanas no ayudaban en absoluto a mi pésimo humor.

Le conté lo de la invitación de Gerard y mi propuesta de que fuera ella también para que pudiera estar con Frank, eso sí, no le conté nada de todo lo que le había dicho de ella a Gerard, pues sabía que no le gustaría que yo le contara a Gerard que a ella le gustaba Frank, pues esas cosas solo me las contaba a mi, y solo quería que las supiera yo.

Se alegró, se notó desde el primer momento en el que acabé de hablar, aunque segundos después, comenzó a ponerse terriblemente nerviosa.
No sabía que hacer, qué ponerse, como actuar con él.

- Tranquilízate, Sam, todo saldrá genial. Mira, hoy, en clase, puedes sacarle el tema de que irás esta tarde a su ensayo, así, al menos tendréis algo de lo que hablar antes de esta tarde, ¿vale?
- ¿Crees que seré capaz? - dijo, temerosa.
- No seas tonta, eres capaz de aguantarme a mi todos los días de tu vida, ¿como no vas a ser capaz de hablarle a un chico? - conseguí que riera, que era lo que intentaba. - Ya verás como todo sale bien, tan solo, tranquilízate, y eso, a ti, se te dá de miedo. - Le sonreí, y ella me devolvió la sonrisa.
- ¿Sabes que te quiero, pedazo de estúpida?
- Lo sé, al igual que un día te mataré.
Nos reímos las dos una vez más, esta vez más alto, más fuerte, más sinceramente, y salimos hacia el instituto.

viernes, 21 de junio de 2002

Helena.

7.






Fumamos un cigarrillo antes de entrar en clase, como era costumbre desde siempre.
Acabamos, nos dirigimos a nuestras respectivas taquillas.
Y, apoyado contra la mía, allí estaba él.

Me sonrió en cuánto me vio, le devolví la sonrisa, derritiéndome por dentro, y me acerqué hasta él.
- Buenos días – me dijo él con una sonrisa en su rostro.
- Buenos días – le respondí yo alegremente.
- ¿Hablaste con Sam ya?
- Sí.
- ¿...y bien?
- Tema solucionado, nos vemos esta tarde en la puerta de mi casa.
- Perfecto, hasta la tarde entonces. Tengo que irme, los chicos me están esperando.
- Sin problemas, Sr. Way – se río, al igual que yo, y se fue.

Fui a clase, sin más temas que destacar.

Mi nerviosismo aumentaba por minutos, deseaba con desesperación que llegara esa misma tarde. Moría en ansias de escuchar a My Chemical Romance, moría en ansias de ver el trabajo de esos cinco chicos fantásticos.

Y finalmente, terminaron las clases, casi sin darme cuenta.
Me levanté, fui a junto de Sam, que estaba igual que yo, solo que con una novedad: había estado todas las clases charlando con Frank, como si fueran íntimos amigos de toda la vida.
Me alegré por ella, y me alegré de que todo estuviera saliendo tan bien por una vez en mi vida.

Porque la verdad, mi vida nunca había sido demasiado buena.
La única compañía verdadera que había tenido siempre había sido Sam, todos los demás me habían ido dejando de lado poco a poco, por mis excentricidades, por mis gustos estrambóticos. No los culpaba, pues no era en absoluto normal, más bien todo lo opuesto, pero no podía ser de otro modo. La vida se había portado mal conmigo, y yo había sido una ávida alumna de las desgracias, mis mayores maestras.

Y ahora me sentía con las fuerzas necesarias para sonreír, para pasearme por los pasillos sintiéndome una más en el mundo, no alguien que no tuviera su pequeño espacio en el planeta.
Por una vez en mi vida, me sentía con fuerzas para mantener la fe en el futuro, en el prometedor futuro, no en ese futuro negativo en el que siempre estaba pensando, pues jamás habría imaginado que la vida me guardara un final feliz.

jueves, 20 de junio de 2002

Helena.

8.






Gerard vino a buscarnos, como prometió.

Nos llevó a un local, no lo suficientemente profesional, pero que a mi me pareció más que perfecto.
Todos estaban allí ya, y noté como Sam apretaba mi mano inconscientemente por el mero echo de que Frank se encontrara allí, con su guitarra, ajustando un amplificador.

Sam y yo nos sentamos, mientras que ellos comenzaban a ensayar.
Comenzaron con una canción que se llamaba “Our Lady Of Sorrows” que me enganchó desde el primer momento. Me encontré a mi misma con la mente completamente vacía, dejando que la música me inundara, sin hacer nada más que escucharlos, sin siquiera pensar en Gerard, sin siquiera pensar en el hombre que estaba cantando todas aquellas letras que me estaban calando hondo.

Terminó “Our Lady Of Sorrows”, comenzó “Skylines And Turnstiles”.
Escuché, ávida.

Continuaron tocando, canción por canción, a cada cuál mejor, a cada cuál más profunda.
Cuando terminaron, me sorprendí a mi misma con lágrimas en los ojos, pues las dos últimas canciones me habían calado más hondo de lo que yo misma me esperaba.
Me apresuré a secarme las lágrimas, antes de que Gerard me viera, aunque no sirvió de nada, puesto que el eyeliner se me corrió, haciendo que se emborronaran todos mis ojos con el lápiz negro.

- ¿Estás bien? - me dijo él, preocupado.
- Sí, no te preocupes, es solo que me ha entrado algo en un ojo – una excusa pobre, la excusa que ponía todo el mundo, pero al fin y al cabo, no tenía nada mejor que decirle, pues no era demasiado lógico que me echara a llorar en un ensayo.
Pero al fin y al cabo, así era yo. Me emocionaba fácilmente, pero especialmente cuando se trataba de música. La música fluía por mi cuerpo como si fuera la sangre que llevaba en las venas, me hacía vivir. Y su música me había dejado impresionada, era más de lo que nunca habría podido imaginar.

Le miré una vez más, y sonreí, intentado restarle importancia.

- Estoy bien, no te preocupes, de verdad.
- Me fiaré de ti – dijo él, mientras que sonreía. - Mira.

Levanté la vista en la dirección en la que él me indicaba, para encontrarme a una tímida Sam hablando con Frank, riendo con él, hablando de cosas que en apariencia no tenían importancia, como si se conocieran de toda la vida, como ella misma me había contado esa mañana. Parecía que había algo más que amistad en la forma que tenían de mirarse. Me alegré por ellos dos, y deseé con toda mi alma que las cosas acabaran bien entre ellos dos, pues ambos se lo merecían, lo sabía bien. Casi no conocía a Frank, pero por la forma que tenía Gerard de hablar de él, se notaba que era un gran tipo, capaz de cualquier cosa por las personas que le importaban.

- Parece que al fin y al cabo no hará falta que intervengamos, Hell.
- No, en absoluto – sonreí.
En ese momento, Sam se acercó a nosotros.
- Hell, yo me voy a ir, Frank me ha invitado a tomar un café, espero que no te importe.
- En absoluto, ve, pásatelo bien. - Le dí un beso en la cara, que ella me devolvió, mientras que, sin que nadie se diera cuenta, me susurró en el oído:
- Gracias, que sepas que te quiero, tonta.
- Lo sé – respondí en voz casi inaudible.
Se fue, mientras que todos los demás se iban. Al final, solo nos quedamos él y yo.
- Es increíble la rapidez con la que son capaces de irse, y lo mucho que tardan en llegar.
- Suele pasar con frecuencia, dímelo a mí.
Sonrió.

- Hell...quiero hablar contigo.
- Adelante, este es el momento perfecto.
- Creo que tendría que haber hablado contigo de esto antes, pero jamás había encontrado el momento perfecto. Desde el primer momento en el que te vi, quise estar contigo, me pareciste diferente al resto, y supuse que serías la única persona del instituto como yo. Y ahora que estás aquí, ahora que te conozco realmente, me estoy dando cuenta de que es cierto, de que eres como yo, y de que estoy seguro de que...te quiero.

Palidecí, pero de puro asombro.

- Gerard...yo siento lo mismo – me acerqué más él, sin perder el contacto con sus ojos, sus increíbles ojos. - Te quiero, te quiero realmente, y es la primera vez que quiero a alguien de este modo. Mi vida nunca ha sido fácil, yo nunca he tenido demasiados amigos, pero de una cosa estoy segura, jamás he sentido amor por nadie. Y ahora apareces tú en mi día...y cambias todo eso. Y no sé si quererte o odiarte más por eso, pero sencillamente...me estoy bloqueando, o me estoy volviendo loca, o...o no lo sé. Solo sé que te quiero, y que nunca me he sentido capaz de confesar esto.

Me sonrió una vez más, se acercó más a mi, y unió sus labios a los míos.
Y en ese momento, me sentí libre de todo aquello que se había estado acumulando en mi pecho, de todo aquello que me había estado volviendo loca, de todos aquellos demonios que se habían estado apoderando de mi. Disfruté de ese beso como nada en mi vida, bebí de sus labios, me alimenté de esos sentimientos que habían estado luchando por salir a la superficie...y me sentí completa al fin.

Después de toda aquella penumbra y desesperación por la que había pasado, había salido a la superficie. Y todos mis sacrificios estaban dando sus frutos.

miércoles, 19 de junio de 2002

Helena.

9.






Al día siguiente, llegué a casa de Sam. Estaba cansada, tenía sueño acumulado, pero estaba más feliz que nunca.
Y ella...estaba igual que yo, incluso más feliz si era posible.

Tal como habíamos predicho Gerard y yo, entre Frank y ella, había futuro.

Ella me preguntó por mí, yo no supe como comenzar a contarle.
Decidí empezar por el beso, para acabar explicándole que terminamos en su casa, sobre su cama, que me sentí como jamás me había sentido...que acabé diciéndole que le amaba y él acabó pidiéndome salir...por lo tanto ahora era, oficialmente, su novia, y él, mi novio, lo que había querido desde un primer momento inconscientemente.

Hablamos y hablamos, nos dimos detalles mutuamente hasta que llegamos al instituto.
A partir de ahí, todo fue como siempre.
Nos sentamos en las escaleras, fumamos un cigarrillo, tal vez dos, seguimos hablando, sin que el resto de nuestras amigas nos escucharan, pues era algo íntimo, no queríamos que saliera de nosotras, al menos, por el momento.

Ellos llegaron, yo me fui con él, al igual que Sam con Frank, dejando incrédulas a nuestras amigas, por lo que supe que luego nos pedirían una explicación costara lo que costase, las conocía demasiado bien, no tanto como Sam, pero casi.

Estuvimos juntos hasta la hora de entrar en clase, y lanzándonos notas en clase. Comenzaba a tocar lo delirante, pero nunca llegué a imaginar que me gustaría ese tipo de gestos, ese tipo de echos.
Sentía más que amor por él.
Y a pesar de eso, seguía sin saber si eso era bueno o malo, al menos, para mí.

martes, 18 de junio de 2002

Helena.

10.






Como ya dije, mi vida nunca había sido fácil.
Mi padre siempre había maltratado a mi madre, cosa que nunca me fue fácil de aceptar, aparte de que mi alma se partía en dos cada vez que llegaba a casa del colegio y me encontraba a mi madre tirada en el suelo, sangrando, llena de golpes.
Ambas callábamos, ambas teníamos miedo a todo lo que pudiera pasar.

Con el paso del tiempo, me dí cuenta de que las cosas no me iban mejor en el resto de los campos que en casa.
En el colegio, tenía un fracaso escolar prematuro, entre los golpes que recibía mi madre, que me dolían más a mi que a ella misma, entre todo el sufrimiento acumulado en todo mi ser, entre mis ansias de gritarle al mundo y no sentirme capaz...acabé acudiendo a un psicólogo desde pequeña.
Las cosas no aclararon con el paso del tiempo.
Comencé a vestir de negro, pues de ese color era del que yo veía la vida que me rodeaba, no veía la luz por ninguna parte. Me convertí en una sufridora del mundo, pues jamás nadie me enseñó lo contrario. No hablaba con nadie en mi clase, ni siquiera tenía la costumbre de responder a mis profesores, pues tenía miedo de cometer algún error, tenía miedo de que me hirieran, como solía hacer mi padre cuando hacía algo mal sin darme cuenta, pequeños errores que nadie solía tener en cuenta pero que él castigaba una y otra vez a golpes, a cuál peor.

Siempre fui un ser frágil, que se rompe fácilmente a pesar de tener mil y una razones para ser más fuerte que el resto, para tener más experiencia en la vida que nadie.

Y como no, siempre había tenido la idea de que el amor no era algo echo para mí, repudiaba todo lo que tenía que ver con eso.
Veía a las chicas de mi escuela crecer, salir con chicos, dejarlos por otros...pero nadie se fijaba en mi. E inconscientemente, yo ardía en deseos de experimentar lo mismo que ellas, de tener la ilusión de que algún día alguien se fijara en mi, de que alguien me invitaría a salir...pero jamás tuve esa suerte.

Maduré, y me dí cuenta de que todo lo que quería, tenía que conseguirlo por mi cuenta.
No podía esperar, tenía que actuar, fuera como fuese. Y así lo hice, aunque ninguna de esas veces dio resultado. Lo único bueno de ese intento, fue Sam, desde entonces ella no se separó de mi lado. Llegué a amarla como el amor de mi vida, a quién pretendo engañar, siempre he sido bisexual, pero jamás me atreví a decirle nada respecto a mis sentimientos, y ahora no me arrepiento en absoluto de ello, pues sabía que las cosas cambiarían entre nosotras por ese simple echo.

Y ahora...estábamos aquí.
Y ahora...no sabía si reír o si llorar.

No sabía que camino tomar.

lunes, 17 de junio de 2002

Helena.

11.






Le confesé a Gerard mis miedos, mis temores.
Me escuchó, entre atento y preocupado, mientras que desviaba su mirada de vez en cuando en dirección al suelo, como sabiendo de antemano que lo dejaría, que pasaría de el, que me volvería a encerrar en mi particular burbuja en contra del mundo.

- Gerard...si te cuento esto no es para decirte que quiero dejarte, al contrario. Me alegro de haberte encontrado, eres la persona con la que siempre he querido estar, pero...solo quiero que tú estés seguro de que quieres estar conmigo, de que no quieres dejarme a la primera oportunidad que aparezca...quiero que me quieras como yo lo hago...si no, nada de esto tendrá sentido.
- Estoy completamente seguro de ello, Hell. Jamás había estado más seguro de algo, te lo digo con mi más completa sinceridad. - me abrazó, mientras que comencé a llorar, inexplicablemente. Estaba hundida en un mar de dudas, y tan solo esperaba que él me sacara a la superficie. Porque ahora, él era toda mi vida, todo mi futuro, mi presente, incluso él comenzaría a sanar todo mi pasado, poco a poco.
Le miré.
Jamás había visto una sinceridad como la suya.
Me quería, me lo había demostrado de la forma más pura que se podía hacer.
Le besé, mientras que cerraba los ojos y me daba cuenta de que jamás podría encontrar a alguien como él, que él siempre había sido todo lo que había soñado, todo lo que había querido.
Él era mi particular ángel caído del cielo.

Le besé una vez más, y no existió un momento más feliz en mi vida que ese.
Mi corazón era suyo, por siempre.
Mi vida, estaba en sus manos.
Y sabía que él haría lo correcto con ella.