viernes, 28 de junio de 2013

Blog abandonado, medidas drásticas.

Como habéis podido observar, este mi blog más reciente no ha tenido mucho futuro. Así que he tomado la sana y deliberada decisión de dedicarlo a otros temas, es decir, cualquier clase de tema, el que sea, que no quiero que sea publicado en mi blog personal. De cualquier modo, no creo que nadie se dedique a fisgonear por aquí. Así que ahí lo dejo todo. Espero que el cambio sea para mejor y sea del agrado de cualquier fisgón perdido. Sin más, saluditos.

jueves, 27 de junio de 2013

Información adicional.

Bien, como ya dije en su día, iba a dedicar este blog a subir lo que a mi me pareciese interesante, y he decidido comenzar con un particular y especial proyecto que consistirá, nada más y nada menos, que en compartir arte. Subiré fanfictions, relatos, novelas originales...todo lo que se me ocurra que pueda ser interesante, ya sea mío o de la gente que quiera colaborar con el blog, lo cuál será ya muchísimo más de lo que puedo desear. Os podréis guiar con la barra de etiquetas de al lado, ahí estará todo puesto siempre al día, o eso espero. Sin más, enjoy.


B.

sábado, 29 de diciembre de 2012

One Shot: Explorers.

Autor/a: Nessie Kenobi






Una melodía de Chopin inundaba la estancia; una deliciosa y delicada melodía de Chopin, de esas cargadas de sentimiento, tan sencilla y compleja al mismo tiempo, un quebradero de cabeza para cualquier pianista. Él, sin embargo, la disfrutaba. Sus dedos revoloteaban sobre las teclas del piano como si solo estuviesen hechos para eso; sus ojos incluso estaban cerrados. La música lo inundaba todo y el tiempo se había detenido; tal vez incluso este se encontraba maravillado ante la maestría con la que estaba tocada la pieza.
De lo que tal vez el apasionado pianista no se había percatado es que no estaba solo en la sala; desde el marco de la puerta lo observaban, fijamente, sin apenas parpadear, unos ojos entre azul y gris, de esos que tan difíciles de definir son. El observador apenas respiraba por miedo a ser descubierto...y por miedo a interrumpir al artista y su magia.

La melodía se interrumpió de golpe y el propietario de esos ojos indefinidos se sobresaltó: por un momento creyó haber sido descubierto. Para su alivio, no fue así: el pianista, simple y abruptamente, cambió de pieza. La nueva melodía era muy diferente, pero seguía siendo apasionada y magnánima, incluso más apasionada que la pieza de Chopin. Aumentaba de intensidad y de repente se convertía en otra melodía; esta descendía y se convertía en otra nueva melodía más, como parte de un círculo natural inexplicable, como si algo obligase a la naturaleza de la música a cambiar de forma razonable. En la cuarta o quinta melodía, el pianista se arrancó a cantar al fin. Su voz nadaba entre los graves y los agudos, era hermosa, profunda y musical; el discreto oyente incluso se descubrió con lágrimas en los ojos. Era como música de otro mundo, cantada por un mismo ángel, así lo creía el maravillado observador.

La música cesó al cabo de unos minutos, pero el pianista no se movió de su lugar en el banco. Cerró la tapa y respiró profundamente.
Desde su posición, el observador solo podía ver la espalda del músico, delgado hasta el delirio, dentro de una estrecha camisa negra que hasta le quedaba grande.

- Howard.

El oyente tragó saliva. No sabía como, pero siempre era así: simplemente lo sabía todo, al menos, todo lo que sucedía a su alrededor, aunque fuese a espaldas de él. Envidiaba esa cualidad suya, pero también la odiaba por momentos como ese. Notó como la sangre se agolpaba en sus mejillas, pero no pudo hacer nada por frenarlo. Él siempre le dejaba así de indefenso, aunque por lo general el frágil era el delgado pianista, que en ese momento se estaba dando la vuelta para encontrarse con los grises ojos de Dominic Howard.

- Hola, Matt. - Intentó dibujar una sonrisa, restarle importancia al hecho por el cuál estaba allí, pero la sonrisa estaba diluida en vergüenza, en millones de palabras que no salían de sus labios aunque muriese por soltarlas.
- No deberías estar aquí.

Esa fue toda respuesta por parte de Matthew Bellamy. Estaba ahogado dentro de su propio ser, y Dom se sorprendió al ver su rostro y encontrar lágrimas. No era la primera vez que Matt se mostraba indefenso delante de él, pero jamás le había visto llorar; era algo que realmente le había impactado, por estúpido que pareciese.
Se acercó hasta la posición del pianista y se sentó a su lado en el banco del piano. Nunca se le había dado bien consolar gente; pensándolo fríamente, a él se le daban bien pocas cosas, pero consolar era probablemente una de las que peor se le daba. Y allí estaba Matt, su mejor amigo, casi su hermano, llorando, y él sin saber qué hacer...ni siquiera sabía por qué lloraba, pero tampoco se sentía capaz de preguntárselo.
Simplemente se quedó a su lado en el banco, con una mano en su hombro, escuchando la profunda respiración del pianista como si fuera la más dulce de las melodías, como todo lo que creaba. Quería encontrar algo que decir, pero mientras no se le ocurría, el tiempo transcurría, ya a una velocidad normal, ahora que la música se había acabado.
Finalmente, se armó de valor.

- ¿Hay algo que necesites? - Le temblaba la voz, como si estuviese frente a un tigre. Matt levantó la vista y lo atravesó con la más dolida y triste de las miradas; sus ojos azules estaban más claros de lo normal, del color del cielo cuando hay un día especialmente bonito y soleado, lo cual era verdaderamente irónico.

Matt acercó su rostro al de Dom; sus respiraciones casi chocaban, pues se encontraban a escasos milímetros el uno del otro. Repentinamente, Matt lo abrazó, como si se de repente se hubiera derrumbado. Sollozó unas cuantas veces, y finalmente susurró, apenas audiblemente:

- Libérame de este mundo.

Su voz, aunque apenas había llegado a ser un murmullo, era el más desesperado de los lamentos. A Dominic se le erizó la piel solo de escucharlo, y sintió que algo dentro de él se rompía con esas palabras. No soportaba verle así. A pesar de ser una frase tan artificial y tan fuera de lugar, jamás unas palabras tan dolidas habían atravesado sus tímpanos.

Rodeó su rostro con las manos y sus caras volvieron a quedar a escasos centímetros. A pesar de haber llorado, la respiración de Matt era acompasada e incluso más lenta que la de Dom; hasta eso se le daba mejor que a él. Había entre ellos un silencio casi sólido, pero para nada incómodo. A pesar de todo, Dom sintió la necesidad de romperlo.

- Matt…tenemos que hablar. – Su mirada, que decía todo y nada al mismo tiempo, ni siquiera se imutó. Apenas parpadeó, no dijo ni una sola palabra; sus ojos simplemente siguieron clavados en él, como si no existiese nada más en todo el mundo. - ¿Recuerdas aquel día en el que nos emborrachamos tanto, incluso más de lo normal? Bueno, probablemente no, incluso estabas peor que yo. Lo cierto es que fue el día más raro de mi vida, pero… ¿recuerdas tal vez lo que pasó entre nosotros, osea, tú y yo?
- Depende de a lo que te estés refiriendo. – La mirada de Matt se había vuelto temerosa de un momento a otro, como si temiese lo que fuera a escuchar a partir de ese momento.
- Te besé.

Un abismo de silencio se volvió a interponer entre ellos. Dom comenzó a temblar, involuntariamente. Se apartó poco a poco de él, para que no pudiese notarlo, pero los interminables dedos del pianista rodearon su muñeca con una sorprendente rapidez.

- Lo sé. Nunca quise hablarte de ello porque…simplemente tenía miedo de lo que pudiese llegar a decir. Aquel día en el que te dije que te quería…no lo decía como a un amigo o a un hermano…lo decía realmente. Y es que te amo, más que a nada o a nadie en todo este mundo.

El tiempo volvió a detenerse, pero esta vez, solo para Dominic Howard. ¿Estaba volviendo a leer su mente, a predecir lo que ocurriría en un futuro próximo? Las palabras habían salido de la boca de Matt tal y como Dom había deseado hacer. No recordaba en que momento todo su mundo había comenzado a dar vueltas. Solo recordaba volver a acercarse a él, a sentir su cálida y acompasada respiración cerca de su boca. El Sol comenzaba a ocultarse y la habitación era de un color anaranjado irreal, como si alguien hubiese pintado un cuadro de la escena, embelleciendo los detalles.

Dom no había dejado de temblar, no podía evitarlo. En el momento en el que su mano rozó a Matt, todo su cuerpo se quedo paralizado…todo menos sus labios, que buscaron a los del pianista desesperadamente, como si estuviese agonizando sin ellos. Exploró su boca, y algo estalló en lo más hondo de su pecho. Enredó sus dedos en el cabello castaño de Matt y se olvidó de todo lo que poblaba la superficie terrestre…a excepción de él. Estaba haciendo todo lo que siempre había querido hacer, desde el momento en el que lo conoció, sin saber exactamente el porqué. Alguna parte del destino había confabulado para que así fuese, y él no tenía nada que hacerle: tampoco quería.

Su frente estaba apoyada en la de Matt; sus narices rozaban. Una sonrisa incomprensible se había instalado en su cara, y las lágrimas habían dejado de deslizarse por las mejillas del pianista.

- Te liberaré de este mundo y de todos cuantos haya.

El día, mientras tanto, cayó, y la noche se cernió sobre ellos.




viernes, 29 de enero de 2010

Inside you the world is ending.

Título: Inside You the World is Ending.
Autora: Nessie Kenobi.
Género (?): Belldom






1. 







Aquel precipicio perdido en el medio de ningún sitio le hacía darse cuenta de la inmensidad del mundo en el que le había tocado vivir como un ser insignificante más. El océano rompía furioso contra la costa, varios metros más abajo. Él veía a las olas nacer y morir bajo sus pies, como hipnotizado, y mientras tanto, su cabeza se llenaba de todo tipo de pensamientos suicidas. Aparentemente, estos no tenían razón de ser...o tal vez sí. Lo cierto es que algo fallaba en su vida. O fallaba, o faltaba, lo cual ya era casi imposible de determinar. Desde que se levantaba hasta que se acostaba, su subconsciente tenía pleno conocimiento de que algo iba mal, él mismo lo sentía como una pesada carga en su pecho, allí dónde se suponía que estaba su corazón, o lo que quedaba en ese hueco inexplorado en lo más hondo de sus entrañas.
Se sorprendió a sí mismo avanzando un pie hacia el aviso; era tan fácil, simplemente dejarse caer y...

- Hey, ¿qué haces?

El viento le dio la bienvenida revolviéndole el pelo, hasta la naturaleza entera se alegraba de verlo.
Se preguntaba como demonios podía estar siempre tan feliz, tan despreocupado. Se preguntaba si tenía miedos, inseguridades, si alguna vez se había sentido como él, y si era así...¿dónde demonios lo escondía todo? Aquella enorme, blanca y cálida sonrisa jamás se borraba de su rostro.

- Tan solo pensaba.

En matarme, añadió para sí.
Intentó esbozar una sonrisa, pero solo le salió algo parecido a una mueca de dolor.
Se sentó en el suelo, todavía con la mirada perdida en el horizonte. El recién llegado se sentó a su lado, soltando a su vez un sonoro suspiro.

- Este sitio es una pasada. 
- Te hace sentir demasiado...insignificante. - Esa extraña sensación no le había abandonado, se sentía como si no fuera más que un grano de arena en una playa interminable. 
- No entiendo por qué siempre ves el lado malo de todas las cosas, Matt.

Curiosamente, esa frase le hizo reír, después de haber estado paladeando la muerte durante tanto tiempo, tratando de notar su sabor, imaginarlo. Fue una risa seca, triste, pero una risa al fin y al cabo.

- ¿El lado bueno de las cosas? No sabía que tenían otro lado después de todo. 
- Matt... 
- Lo siento, sé que estoy siendo insoportable, pero es que no estoy de humor para nada, Dom. Es como si ya nada tuviera sentido, como si simplemente hubiera llegado al último capítulo de mi vida. Es absurdo. - Se dejó caer hacia atrás.

Desde allí podía observar a su amigo, el cual lo había seguido con la vista, esos ojos suyos que tanto podían ser azules como podían ser verdes clavados en él. Jugueteaba con briznas de hierba que había estado arrancando del suelo. Jamás estaba quieto, era algo que Matt había aprendido pronto de Dominic Howard. Era como un pequeño torbellino rubio, aunque probablemente también el mejor amigo que Matt podía desear, a pesar de las diferencias evidentes, pues eran casi polos opuestos en todos los aspectos.

- ¿Es que nunca dejas de pensar, ni por un segundo de tu maldita vida? Porque ese es tu problema, Matt, que le das demasiadas vueltas a todo. Y aquí estamos – separó los brazos, como queriendo abarcar todo el paisaje, echando a volar alguna de las briznas de hierba -, de fin de semana lejos de cualquier sitio lleno de gente, solo para pasarlo bien. ¿Por qué al menos no aparcas tus conflictos morales durante dos días? Vamos, que se note que eres amigo mío, hagamos una fiesta digna de recordar. - Esa sonrisa tan característica suya volvió a hacer acto de presencia en su rostro -. 
- Está bien, tú ganas. Pero luego tendrás que soportar mi depresión post-fiesta. 
- Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.
- ¿Así que es un riesgo que estás dispuesto a correr, eh? - Matt levantó una ceja en plan burlón, siguiéndole el juego a Dom. 
- Sí, y hablando de correr...el último hace la cena.

Matt apenas tuvo tiempo de reaccionar. A veces olvidaba lo mucho que le gustaban esos juegos infantiles a Dom, y lo que a él le gustaba seguirle la corriente. En momentos como ese, se olvidaba de todo, y era algo que agradecía más que nada en el mundo. Cuando estaba él solo, no dejaba de hacer otra cosa que pensar, ahogarse en sus propias ideas, en cualquier cosa que fluyera de su cerebro: Dom tenía razón, su problema era que pensaba demasiado. Y su cabeza seguía llena de pensamientos incluso mientras corría para alcanzar a Dom.


**

Chris los observaba acercarse. Esos dos, a su parecer, nunca se comportaban como el resto de la gente. Dom se tropezó y se cayó al suelo, y Matt acabó sobre él, pues no lo vio caer, pero ambos estaban riendo a carcajadas mientras intentaban inútilmente levantarse al mismo tiempo.

- Sabía que ganaría – decía Dom entre risas. 
- ¿Ganar? ¡Pero si has perdido! 
- ¿Ah, sí? ¿Quién llegó antes, entonces? 
- Ninguno de los dos ha llegado, idiota. 
- Bueno, no es nada que no se pueda solucionar. - En ese momento Dom, sin saber ninguno de los dos como, consiguió levantarse, y salió corriendo hasta llegar al lado de Chris. - ¿Ves como he ganado? 
- ¡Has hecho trampa! - Matt seguía en el suelo, casi farfullando mientras intentaba respirar con normalidad.
- ¿Es que alguna vez creceréis? - Chris no sabía si reírse de ellos o buscarse otros amigos. Dom y Matt intercambiaron un par de miradas, y al acto, ambos volvieron a reír al unísono. 
- Parece mentira que sigas preguntando eso a estas alturas, Chris. - Dom apenas podía hablar entre las risas, incluso le caían lágrimas de los ojos. - ¿Eh, dónde está el resto de la gente? - dijo de repente. 
- Se han ido, a comprar bebida y algo de comer, y esas cosas. 
- ¿Es que no saben avisar?

Esta vez fueron Chris y Matt los que se rieron de Dom. Este se metió en una de las tiendas del improvisado “campamento” que habían montado en esa parte del bosque. El viento había comenzado a levantarse hacía unos minutos; ninguno de ellos se había dado cuenta: Matt y Dom porque habían estado corriendo, y Chris porque había estado dentro de una de las tiendas.
- Eh, tíos, ¿por qué no entráis? Está empezando a hacer frío.
- Lo cierto es que, por una vez, estoy de acuerdo contigo, Dom. - Chris fue el segundo en entrar en la tienda. 

Matt todavía se quedó fuera unos segundos, contemplando nuevamente el paisaje.  De veras quería pasarlo bien, no le quería estropear el fin de semana a nadie, pero, joder, cómo le iba a costar. Ni el mismo podía hacerse una idea aproximada. Finalmente, soltó todo el aire que albergaban sus pulmones, apartó la vista del cielo, las montañas y el mar y se agazapó para entrar en la tienda.



lunes, 2 de febrero de 2009

Inside You the World is Ending.

2.




En el interior de la tienda había un calor demasiado exagerado como para ser natural, especialmente si se tiene en cuenta que el tiempo en Reino Unido no es el más soleado y caluroso del mundo; no tenían más que ver hacia el exterior de la tienda para darse cuenta de la veracidad de esta afirmación.

Dom, Chris y Matt estaban sentados, hablando, manteniendo una conversación que carecía de sentido. Se llevaban bien hasta el punto de soltar cualquier tontería que saliese de sus embotados cerebros, así, sin más, sin tener miedo a lo que los otros pudieran pensar.

- ...en el mundo no hay justicia. En serio, ¿para qué sirven los juicios, las guerras, el dinero y todo eso? Eso de la democracia, las ideologías políticas y toda esa mierda...solo digo que no tiene sentido, y que todo es mentira. Es ponerle nombre a sus errores. - Dom se quedó mirando a Matt como si este acabara de hablar en otro idioma; Chris no pudo reprimir una carcajada.
- Joder, creo que ya va siendo hora de sacar el alcohol. Matt lo necesita, y mucho. - Dom cogió una funda de guitarra que había en un rincón y sacó de dentro una guitarra y una botella. Le dio la botella a Matt y él se dedicó a tocar notas sueltas con la guitarra; lo cierto es que la tocaba muy mal, pero le gustaba fingir que era algo que se le daba bien, aunque lo suyo fuese la batería.- No es que toques como los ángeles, pero, por mi, mientras no cantes, perfecto – añadió Matt después de haberle dado un largo trago a la botella.- Lo dices como si tú pudieses hacerlo mejor. - Dom le retó porque sabía que la legendaria vergüenza de Matt podría con él, pero a la velocidad a la que estaba bebiendo y teniendo en cuenta su estatura y complexión, tal vez Dom, por una vez, estaba equivocado.- Cuando quieras. - Le atravesó con aquellos claros ojos azules suyos. Algo nuevo brillaba en ellos, algo que Dom jamás había visto en él.

En un silencio solemne, le acercó la guitarra. Matt la tomó entre sus delgadas manos de dedos infinitos como a una vieja amiga. Dom se preguntaba como unas manos hechas para tocar el piano podían tocar también la guitarra endemoniadamente bien; pero dejó de pensar en el momento en el que Matt comenzó a cantar.

You could be my unintended,
choice to live my life extended.
You could be the one I'll always love.
You could be the one who listens,
to my deepest inquisitions.
You could be the one I'll always love.

Por primera vez en su vida, Dom no se arrepentía de haber retado a alguien a algo. Jamás había escuchado esa canción, pero la encontraba extrañamente hermosa. Jamás había escuchado cantar a esa voz, y lo sintió profundamente. Nadie podría haber imaginado nunca que Matt, con su voz huidiza y sus medio tartamudeos, podía llegar a hacer eso. Es más, le ponía tal sentimiento a la hora de cantar que la convertía en la interpretación perfecta.

Tanto Chris como Dom estaban estupefactos, mudos de asombro. Matt había dejado la guitarra en frente de sí, y contemplaba el suelo como si este fuera lo más interesante del mundo. Igual eran imaginaciones suyas, pero Dom creyó ver algo parecido a una lágrima rodando por una de sus mejillas, y creyó saber el por qué.

- Vaya – dijo Chris, rompiendo el extraño ambiente de la tienda -, eso ha sido una pasada. ¿De quién era la canción?

Matt se pasó el dorso de la mano por la mejilla antes de levantar la cabeza, y aún tomó otro trago de la botella – de la que todavía no sabía de qué estaba llena, aunque a esas alturas ya poco le importaba – antes de contestar.

- Es mía.

Dom sabía la respuesta incluso antes de que saliese de su boca. Ese sentimentalismo y esa sensación de familiaridad al escucharla...aunque fuese ilógico porque nunca se habría imaginado a Matt cantando, Dom sabía que esa canción era suya. Por un momento se imaginó todas las cosas que pasaban por su incansable cerebro, intentó ponerse en su lugar, y fue una sensación que no le agradó demasiado.

- ¿De verdad, tanto la letra como la música son tuyas? - Chris seguía sin creérselo del todo. Matt le dedicó una sonrisa triste y asintió. - Joder, tienes muchísimo talento, deberías...no sé, compartirlo con el mundo.- Yo no veo ese talento del que hablas por ningún sitio.- Porque tú eres idiota. - Por una vez, Dom no sonreía. Abrió la boca para seguir hablando, pero alguien acababa de llegar, así que decidió aplazar esa conversación para más tarde.

Chris salió corriendo para reunirse con su novia.Llevaban juntos casi desde el momento en el que se conocieron. Matt se preguntaba a menudo como sería esa sensación. Él nunca había estado ni mucho ni poco tiempo con alguien, y comenzaba a pensar que eso era lo que faltaba en su vida.A pesar de todo, mientras se ponía de pie, se obligó a dejar de pensar en eso. Cumpliría con Dom, y por un fin de semana dejaría de amargarse. Dejaría de pensar en suicidarse, en hacer tonterías y...bueno, en fin, ser como el resto del mundo.

Lo que probablemente ignoraba era todo lo que le esperaba ese fin de semana.



jueves, 28 de febrero de 2008

Inside You The World is Ending.

3.






Hacía algún rato que todo el mundo había comenzado a beber.
El alcohol calentaba sus cuerpos, así que las diez personas que allí se encontraban no tenían ninguna clase de reparo a la hora de andar bajo la luna con el típico frío inglés que asolaba al país durante todo el año. Corrían, saltaban, gritaban y cantaban. Algunos se perdían en el bosque para aparecer poco rato después, y otros corrían hacia el río para ver si había algún valiente que se metiese dentro; claramente, Dominic Howard no tardó mucho en demostrar que él lo era, aún sabiendo que lo más seguro era que, probablemente, al día siguiente, además de resacoso, estaría enfermo. Pero él no pensaba, ya no, estaba demasiado borracho como para hacerlo.

Incluso Matt estaba alcanzando ese estado, aunque en su caso era más complicado, pues su cerebro jamás cesaba de pensar, ni siquiera dormido. De cualquier manera, hacía rato que había comenzado a pensar cosas incoherentes, y solo tenía ganas de reírse y de seguir bebiendo hasta que el mundo se acabase, lo que, a pesar de no ser propio de él, le gustaba sobremanera.

**

Comenzaba a hacerse tarde.
Chris y su novia habían sido los primeros en irse a dormir; los primeros y los únicos. La gente seguía despierta, desperdigada por ahí, sentada pero sin ganas de acostarse. Alguien se acabó una botella y propuso jugar a verdad o atrevimiento, y todo el mundo secundó la moción, aunque había gente que no sabía ni de lo que les estaban hablando. Así que, a pesar de todo, se sentaron todos juntos, algunos compartiendo mantas, en círculo, con la botella vacía en el centro.
Sin esperar, alguien, que nadie tuvo claro quién, movió la botella. Esta se quedó apuntando a una chica llamada Catherine, la cual eligió verdad antes que atrevimiento. Le hicieron confesar que se había acostado con el novio de la que era su mejor amiga hacía tan solo unos años. Sus mejillas se sonrojaron un poco más de lo que ya estaban por el efecto del alcohol.

- ¡Lo sabía! - Dom estaba más eufórico que si le hubieran dado la fórmula de la Coca-Cola, lo cual no hizo más que aumentar el acceso de vergüenza de la chica.

Esta hizo girar la botella segundos después.
Matt estaba nervioso. Nunca había jugado, y no quería que le tocase.
Afortunadamente para él, la botella no le señaló, si no que se quedó parada frente a Dom, quien lo encontró muy divertido.

- Atrevimiento, no pienso hablar de mi vida, y mucho menos, de con quién me acuesto. - Todos se rieron, mientras que él abría otra botella, las cuales no parecían acabarse nunca, y le daba un largo trago; apenas podía mantener ya los ojos abiertos.

Josh, uno de los chicos del grupo – que sentía una verdadera y profunda animadversión hacia Dom – le dijo algo al oído a Catherine, a quién le tocaba elegir qué debía hacer Dom. Ella tuvo un ataque de risa estridente, y asintió enfáticamente a lo que le acababan de decir. Todo el mundo se la quedó mirando, con expectación; ella, aprovechando que era el centro de todas las miradas, se hizo de rogar.

- Tendrás que besar a Matt, en la boca. Seguro – añadió con malicia – que es la primera vez que le besan.

Matt tragó saliva con dificultad.
No podían estar hablando en serio.
De repente, ya no se sentía borracho en absoluto, y todo el mundo había comenzado a reírse de él, cosa que tampoco le importaba. Dom se había puesto a su lado, como por arte de magia, y a Matt el mundo había comenzado a darle vueltas de una forma exagerada.

- No irás hacerlo en serio, ¿verdad?
- ¿Por qué no? Es solo un beso, y es pura diversión.
- Yo no le veo nada de divertido. Además, está todo el mundo mirándonos y...
- Vale, chicos, - le interrumpió Dom – Matt no quiere público, así que...bueno, que no nos echéis mucho de menos, que ya volvemos ahora.

Hubo una gran protesta general.

- Eso es que no vais a hacerlo. - Josh miraba a Dom suspicaz.
- Os doy mi palabra de que sí, y sabéis que yo nunca miento. - Intentó ponerse de pie, pero como apenas conservaba el equilibrio, aún le llevó un rato. - Además, sabréis que lo he hecho por la cara con la que vendrá Matt. - Sonrió y todo el mundo coreó una carcajada, dándose por satisfechos con esta respuesta.

Así, Dom cogió a Matt del brazo y lo llevó a una zona apartada, justo entrando en el bosque.

- ¿Y ahora qué?
- Ahora tengo que besarte.
- No lo estarás diciendo en serio, no puede ser... - No podía dejar de repetir lo mismo una y otra vez, pero es que seguía sin creérselo.

Dom se rió bajito, apoyado contra un árbol.
Tenía los ojos vidriosos, el pelo revuelto. Estaba a un paso del coma etílico y se estaba muriendo de calor. Ni siquiera era consciente del todo de que quien tenía delante de él era su mejor amigo, al que como bien sabía, nadie había besado nunca.

Matt abrió la boca para decir algo, pero nunca llegó a hacerlo; en ese momento, Dom pegó sus labios a los de él, suaves y calientes.

Como si fuera algo que llevase tiempo queriendo hacer.



sábado, 3 de marzo de 2007

Inside You the World is Ending.


4.






Y eso era todo lo que le habían pedido que hiciera: besar a Matt en la boca.
Por eso este no supo ni pudo reaccionar en el momento en el que Dom introdujo la lengua en su boca, moviéndose por todos sus rincones, como explorando un nuevo territorio. Sabía a varios tipos de alcohol mezclados, y Matt se había quedado paralizado bajo su influencia, sin ser capaz de hacer nada, ni siquiera de apartarse.

Por una vez, no estaba pensando.

Sintió una de las manos de Dom en su nuca, enredando los dedos entre sus cabellos castaño oscuro. Bajó, hasta quedar en algún punto de su cintura que él no sintió, y lo empujó contra el árbol en el que había estado apoyado antes de comenzar a besarle.
Matt estaba acorralado contra el tronco, una de sus piernas entre las piernas de Dom, su respiración agitada por un montón de sensaciones mezcladas, mientras que Dom lo había agarrado de la cintura.

Fue en ese momento en el que sintió la erección de Dom.

Lo apartó, no sin delicadeza, sin saber muy bien qué hacer. El rostro de Dom estaba a escasos centímetros del suyo, con los ojos apenas abiertos; luchaba porque no se le cerrasen, pero era una batalla que estaba perdiendo exageradamente rápido.
Puso sus manos en el rostro de Matt como si lo estuviera tanteando.

- Matt...
- Anda, ven, necesitas dormir. Olvídalo.

Curiosamente, en los ojos de Matt se reflejaba una infinita tristeza imposible de explicar o expresar por alguien. Pasó uno de los brazos de Dom por sus propios hombros y lo llevó hasta una de las tiendas, la que teóricamente ambos compartían, aunque dependiendo de la noche, esta condición podía cambiar – siempre dependía de Dom, nunca de Matt -. Lo acostó, le dijo que volvía en un minuto y fue a comunicarles a los demás que Dom estaba demasiado borracho y que se iban a dormir, lo cual fue acompañado de un sinfín de burlas.

- ¿Tan bien besa Dom, Bellamy? - Josh se estaba riendo como nunca, incluso las lágrimas le rodaban por las mejillas.

Matt lo ignoró; probablemente al día siguiente nadie recordase nada de lo que había pasado, ni nadie creería que Dom lo había besado en serio.

Se metió en la tienda y se acostó al lado de Dom, el cual estaba ya profundamente dormido, con el rostro invadido por una serenidad incomprensible, que el rubio jamás tenía estando despierto.

No podía dejar de darle vueltas a lo que acababa de pasar.
Con suerte, su amigo, el cual respiraba acompasada y tranquilamente a su lado, no recordase nada al día siguiente. Matt tenía fe en ello, pues no quería tratar el asunto. Sus pensamientos se habían comenzado a apagar hacía minutos, y eso no siempre era bueno del todo.

Cerró los ojos.

Comenzaba a sentir el calor que le llegaba de Dom, y como sus párpados pesaban de forma inhumana. Curiosamente, y a pesar de todo, aunque poco, esa noche durmió mejor que nunca en mucho tiempo.



martes, 7 de marzo de 2006

Inside You the World is Ending.


5.






El silencio de la mañana lo había despertado. La luz entraba dentro de la tienda, al igual que el frío. Dom se abrazó a sí mismo y dejó escapar un quejido; además de estar helado, su cabeza parecía a punto de explotar. Se estaba preguntando cuánto habría bebido la noche anterior – lo que era absurdo porque no podría contestarse ni aunque estuviese toda su existencia pensándolo -, cuando se dio cuenta de qué era lo que allí echaba en falta: Matt.
Recordaba vagamente estar acostado a su lado, pero estaba seguro de que era demasiado temprano como para que Matt estuviese vagando por ahí como el alma en pena que solía ser. Tampoco era demasiado racional: no recordaba nada de la noche anterior y, en esos momentos, sentía su cabeza como si alguien se la hubiese abierto y se la hubiera llenado de chinchetas, agitándola para que saltasen dentro, provocándole agudas punzadas.
A pesar de todo, se incorporó, cogió una manta y se abrigó para ir en busca de su amigo; Dom sabía lo autodestructivo que podía llegar a ser Matt cuando estaba solo.

Allí estaba de nuevo, como la tarde anterior, solo que esta vez estaba sentado, sus pies suspendidos sobre el abrumador vacío. Hacía mucho frío, pero él solo llevaba una holgada camisa azul marino como prenda de abrigo. Volvía a preguntarse como sería la sensación de estar cayendo para morir, viendo toda tu vida pasar ante ti, cayendo contigo por el precipicio, como si jamás hubiera existido, para luego dejar de sentir para siempre; los ojos cerrados, el viento en la cara y en el pelo, como una extraña amante. Era curioso el hecho de que pensar en todo eso le proporcionaba una paz interior sin precedentes, como si ya fuera premonitorio.

Tan enfrascado estaba en sus propios pensamientos que no se percató de la llegada de su rubio e incombustible amigo. Dom se sentó a su lado sin decir nada; como Matt no hacía más que temblar, le echó la manta sobre los hombros, por lo que Matt al fin se percató de su presencia.

- ¿Qué, rompiendo promesas?
- Nunca puedo dejar de pensar. ¿Qué tal estás después de la noche de ayer?
- Bueno, no te voy a engañar, he tenido días mucho mejores.
- ¿Y recuerdas algo de lo que pasó ayer?
- No, ¿debería?
- Ah, no, solo era curiosidad, nada más. - Miró al horizonte tratando de parecer despreocupado, lo cual se le daba terriblemente mal. Una especie de ansiedad se transmitía y reflejaba por todo su cuerpo. - Yo también bebí demasiado como para recordar algo – mintió.
- Así me gusta, Mattie. - Dom sonreía enseñando dos hileras de dientes muy blancos y muy rectos, mientras que le llamaba por ese diminutivo de su nombre que Matt solo dejaba usar a Dom.

Matt se tapó mejor con la manta y se pegó más a Dom, el cual en comparación con su amigo estaba ardiendo.

- Maldita sea, si alguna vez soy rico, me iré a vivir al Caribe.
- Bueno, es una gran excusa para beber y compartir calor...ya me entiendes. - Lo cierto es que Matt preferiría no haber tenido que entenderlo nunca, al menos no como la noche anterior. - Aunque bueno, supongo que el Caribe tendrá sus ventajas, pero yo me quedo con el norte. El clima británico es monótono y puede llegar a aburrir, pero me gusta. Tal vez es que estoy acostumbrado, ya sabes que la cabra tira al monte, pero lo que quiero decir con todo esto es que no me importaría ir a hacerte una visita al Caribe de vez en cuando. - Dom rió su propio chiste, al ver que su amigo seguía con la misma expresión de inexplicable infelicidad de siempre. Escuchar una risa, aunque fuese la propia, le quitaba bastante hierro al asunto real, al menos a su parecer.

- Dom, ¿alguna vez has pensado en morir?

Dom miró a su amigo fijamente. Sopesó si merecía la pena contestar, ponerse serio para variar y unirse a Matt en su inagotable valle de lágrimas. Finalmente, y llenando sus pulmones de oxígeno antes de hablar, contestó.

- Sí, de hecho con más frecuencia de la que me gustaría. Después creo una balanza mental: qué tengo a favor de la vida y qué tengo a favor de la muerte. ¿Y sabes qué? Aunque a veces sea por poco, la muerte no ha ganado jamás. - Esta vez su sonrisa fue triste, irónica tal vez. - Comencé a pensar esto cuando me sentía tan triste que no podía ni llorar. Escucha bien esto, porque siempre te dirá la verdad sobre la gente: cuanto más se ríe alguien, más destrozado está por dentro.

Matt le veía sin creerse lo que acababa de oír. En todos esos años, jamás se habría imaginado a Dom diciendo algo así; era casi surrealista. Después pensaba en la noche anterior y se daba cuenta de que en aquellos momentos era capaz de esperar cualquier cosa. Ahora que lo pensaba fríamente, su primer beso se lo había dado su mejor amigo, pero a pesar de no ser algo encontraba deseable, tampoco le repugnaba pensarlo. Matt jamás había tenido un sentimiento tan contradictorio, y que además, en vez de confundirlo, le creaba un preludio en el medio de su tormenta de pensamientos particular.

- ¿Crees que algún día las cosas cambiarán para todos nosotros? ¿Crees que algún día podremos salir de aquí?
- ¿Por qué lo preguntas?
- Porque me estoy ahogando aquí, y creo que como esto no cambie pronto, yo también comenzaré a reír. Mucho y a carcajadas.
- ¿Sabes qué? Tú lo que necesitas es divertirte.
- Oh, vamos, no empieces otra vez.
- Ya lo creo que sí. Matthew, te sacarás de este agujero tú solito. Tendremos al mundo entero a nuestros pies y nos reiremos de todos ellos; podrás ir a donde quieras, el mundo se te va a quedar pequeño. Pero claro, hay que empezar por el principio. Matt, quiero formar una banda, y quiero que tú seas mi cantante.

Matt lo veía incluso más impresionado que segundos antes. ¿Qué iba a hacer él en una banda? Dom vio la pregunta en su cara incluso antes de que se la hiciera.

- Cantar y tocar, claro. En serio, Matt, creo que tú podrías hacer todo lo que te diera la gana. Solo necesitas enseñarle tu talento al mundo. Sé que al principio te costará, pero lo harás sin problemas. Bueno, ¿qué me dices?




miércoles, 9 de marzo de 2005

Inside You the World is Ending.


6.






Dijese que sí o dijese que no, Matt sabía que tendría un acceso de nervios, su lengua se trabaría y tartamudearía irremediablemente. Su cerebro le gritaba que sí, pero su subconsciente, que al fin y al cabo era el que siempre llevaba la razón, le decía que, por muchas ganas que tuviese, jamás podría hacerlo bien. Y es que esa era la mente autodestructiva de Matt.

- ¿Por qué?
- ¿Por qué, qué?
- Seguro que ahí fuera hay un millón de tíos que lo harían mucho mejor que yo.
- Lo siento, pero, después de todo lo que he oído, francamente, lo dudo. Es que, joder, ¿qué puta manía es esa de menospreciarse? En serio, a veces te pegaría un puñetazo en plena cara, y con razón.
- Dom...no sé, simplemente yo no estoy hecho de esa pasta. Yo no...
- Déjalo ya, en serio. Yo confío en tí.

La franqueza en sus ojos, y la infinita tristeza que estos reflejaban dejaron hipnotizado a Matt. Se limitó a susurrar un quedo “sí” y a levantarse, dejando a Dom solo, perdido en el medio de ninguna parte, allí donde acababa la realidad y comenzaban sus pensamientos.

**

- Venga, date prisa.

Matt había acabado de guardar sus cosas en la pequeña mochila que había llevado para pasar el fin de semana. Él y Chris estaban esperando a Dom, quien había llevado innumerables maletas repletas de todo tipo de cosas innecesarias. Todo el mundo se había ido ya, quedando solo los tres chicos.
Dom apareció sonriente, cargado a más no poder.

- Al fin. - Chris miró hacia el cielo como lanzando una plegaria imaginaria. Dom le tiró un par de maletas, a lo que Chris contestó con un gruñido.
- ¿No os da pena marcharos ya?
- No – contestaron Matt y Chris al unísono.
- Venga ya, no podéis ser tan amargados.
- Cualquier cosa antes que tener que aguantarte un solo segundo más.
- Pues vas a tener mala suerte, Chris. Matt ha dicho que sí.

El rostro de Chris se iluminó como si acabase de descubrir la cura para el cáncer. Matt se le quedó mirando ligeramente perplejo.

- Osea, ¿que él ya sabía que me lo pedirías?
- Claro, Matt. De hecho, la idea fue suya.
- Vaya...
- Ya te dije que tenías mucho talento, y que deberías compartirlo con el mundo, o al menos hacer algo útil como él. - Chris se encogió de hombros como si acabase de decir una obviedad que todo el mundo conocía.
- Y es que nadie se resiste a mi poder de convicción. - Dom sonrió enfático, como si él también estuviese diciendo algo de conocimiento popular. Matt no pudo evitar reírse. - ¿Y tú de qué te ríes?
- De ti, de qué va a ser.

Dom soltó las maletas y se tiró sobre Matt. Los dos acabaron en el suelo entre carcajadas. Chris solo podía preguntarse cuando madurarían y dejarían de hacer eso.



El Sol, para variar, había comenzado a calentar en el cielo. El viento había amainado y el tiempo no parecía propio de la Inglaterra que todos ellos conocían. Matt, Chris y Dom habían acabado de meter todas las cosas en la desvencijada camioneta de Chris, y estaban sentados en el césped, disfrutando del inusual tiempo bebiendo unas cervezas templadas, ya que no tenían una nevera a su disposición.



- ¿Ves? ¿Quién necesita el Caribe para estar bien? - Dom parecía satisfecho, contento consigo mismo y con todo lo que le rodeaba; si generalmente siempre tenía una sonrisa en la cara, ese día estaba resplandeciente, aún a pesar de la resaca que tenía.



Chris lo miró, pues no sabía a qué se refería con eso. Lo cierto es que Matt y Dom siempre hablaban de un ciento de cosas que él no comprendía, pero especialmente ese día, notaba algo raro entre ellos dos, algo que no sabía explicar pero que, sin duda, antes no estaba ahí. Ni siquiera podía asegurar que aquellos dos idiotas tuvieran el conocimiento de esa sensación, pero ahí estaba. Simple y absurdamente.



- Pues lo cierto es que yo sigo con la idea de irme al Caribe. O a Miami, o a un sitio en el que haga calor y haga Sol a menudo, no como aquí, que tenemos que llevar abrigo en verano y los días que hace Sol se cuentan con los dedos de una mano.
- Pues igual es el tiempo que te amarga, Mattie. - Dom le echó la lengua, a la vez que dejaba escapar una carcajada. Matt le echó una mirada de reojo, pero no añadió nada más al respecto. Chris, mientras tanto, se había puesto de pie.
- Lo cierto es que aquí se está muy bien, pero creo ya va siendo hora de irnos, chicos. El deber me llama y hay varias cosas que debo hacer.



Matt ya se había puesto de pie antes de que Chris acabase de hablar, y ya se estaba metiendo en la camioneta. Dom se encogió de hombros como si Chris le acabase de pedir una explicación al comportamiento de Matt y se dispuso a levantarse también, no sin echar unos minutos desperezándose. Chris lo miró, pensando si merecía la pena sacar el tema a coacción, pero como Matt no los escuchaba y probablemente no volvería a tener esa oportunidad hasta dentro de mucho tiempo, se decidió a hablar.



- Dom.
- Dime.
- ¿Ha pasado algo ente Matt y tú ayer?

En ese momento, la expresión somnolienta pero complacida de Dom se borró de su cara como si nunca hubiera estado allí. Lo atravesó con la mirada y se puso rígido, y entonces Chris sí que ya tuvo claro que algo había ocurrido. Y no podía ser cualquier cosa.

De eso estaba seguro.




miércoles, 12 de enero de 2005

Inside You the World is Ending.


7.






- ¿A qué viene esa pregunta? - Dom intentó sonreír como si no hubiera ocurrido nada, pero Chris jamás había visto una sonrisa tan fingida como la de su rubio amigo en esos momentos.
- Noto como si algo raro hubiera pasado entre vosotros dos.
- Si estamos como siempre...
- Lo sé, pero es como si algo entre vosotros hubiese cambiado, son esas cosas que no es posible explicar, no sé...
- Oye, de todo lo que ha pasado ayer, no recuerdo ni diez minutos. Así que si algo ha cambiado, no sé lo que es, porque no me acuerdo.
- Entonces...¿por qué te has puesto tan tenso cuando te lo he preguntado?
- No sé...hoy Matt me ha preguntado si recordaba algo de lo que pasó ayer, y me lo preguntó como si hubiese ocurrido algo importante, pero no me quiere decir qué; él simplemente dice que no lo recuerda, pero yo no le creo. Pensé que tal vez tú viste lo que pasó y...bueno, que tal vez podrías contármelo.
- No, no tengo ni idea, pero deberías hablarlo con Matt, sacárselo como sea. Si crees que es algo importante...ya sabes como es Matt, que se ahoga en un vaso de agua.
- Sí, lo sé, tal vez tengas razón. Gracias por el consejo. Por cierto...no le digas nada de esta conversación, por favor.
- Descuida.

Dom le sonrió, esta vez con sinceridad, y se metió en la camioneta. Chris dejó escapar un suspiro y miró por última vez a su alrededor, a modo de despedida silenciosa. Lo cierto es que lo había pasado bien como pocas veces.

Matt estaba con la mirada perdida en algún punto del suelo de la camioneta, donde había una mancha que probablemente llevase allí siglos. Se preguntaba de qué estarían hablando Dom y Chris, porque aunque no los entendía, los tonos de sus voces llegaban a veces animados, a veces pausados a sus oídos. La conversación terminó cuando Dom se metió en la camioneta, cerró la puerta y apoyó la cabeza en el asiento, con la barbilla apuntando al techo y los ojos cerrados. Estaba a escasos centímetros de Matt, y este había levantado la vista en cuanto Dom entró.
Esos eran los momentos que le gustaban; esos en los que podía observar sin ser observado. Solo así se sentía seguro y relajado, aunque ese día la sensación no se había afianzado del todo por el hecho de lo que había sucedido con Dom.

Pero allí estaba él; el Sol reflejando en sus rubios cabellos, creando sombras justo donde deberían estar para que la imagen fuese hipnotizante. Matt tenía las manos apoyadas en sus piernas; inconscientemente, había comenzado a levantar una de ellas para rozar la cara de Dom, para sentir la calidez de su piel, para... ¿Qué demonios estoy pensando?

Había bajado la mano de golpe, sobresaltando a Dom. Este abrió los ojos para mirar a su amigo, pero simplemente lo encontró mirando por la ventanilla, la vista perdida en el horizonte. Las nubes habían comenzado a tapar el Sol, y Matt se preguntó como la Naturaleza estaba tan jodidamente de acuerdo con él siempre. Puede que por eso no odiase Gran Bretaña: por mucho que odiase el mal tiempo continuo, este siempre estaba de acuerdo con su estado de ánimo.

- ¿Qué ha pasado?
- Oh, nada, ha sido sin querer. Lo siento.
- No importa. - Dom le dedicó una sonrisa, para restarle importancia al asunto. - Creo que me estoy enfermando.
- Eso te pasa por haberte metido en el agua ayer. - El tono de reprimenda de Matt solo hizo que la sonrisa de Dom volviese a aparecer en su cara, aunque como llegó se fue cuando soltó un sonoro estornudo, producto del resfriado. Esta vez fue Matt quién se rió.
- Lo siento Matt, pero no le veo la gracia.
- Ah, yo sí, y mucha.

En ese momento entró Chris, y se extrañó de ver a Matt sonriendo y a Dom con cara de estar a punto de morirse. Era como si por un momento se hubieran cambiado los papeles; pero es que en esos momentos, cuando sentía que no tenía ninguna clase de preocupación ni problema, Matt era realmente feliz. Dom le hacía reír, aunque fuera con sus propias desgracias. Y cuando no era así, al menos lo acompañaba en el sufrimiento, que era más de lo que él podía pedir.

La furgoneta arrancó a regañadientes, y el viaje se hizo corto, aunque silencioso. Dom se había quedado dormido en algún punto del viaje, señal inequívoca de que no se encontraba demasiado bien. Y es que era natural; Matt tenía el firme convencimiento de que si algún día le pasaba algo serio a Dom, sería por culpa de sus propias estupideces.

La primera casa a la que llegaron fue a la de Dom; este ni se enteró, pues seguía durmiendo, la cabeza apoyada en el hombro de Matt, el cual volvía a estar enterrado dentro de su propia imaginación. Chris se giró, y como se dio cuenta de que ninguno de los dos le estaba prestando atención, carraspeó sonoramente.

- Matt, será mejor que me ayudes con Dom, porque no creo que esté demasiado colaborativo. Yo llevaré sus cosas hasta dentro de casa, y tú ayúdale a ir hasta su habitación, ¿de acuerdo? - Matt asintió, y en cuanto esto ocurrió, Chris salió de la furgoneta y comenzó a acarrear todas las maletas de Dom. En su casa no había nadie, pero debajo del felpudo de la entrada siempre había una copia de la llave, que tanto Matt como Chris conocían para utilizar en casos como este.
Mientras tanto, Matt le estaba dando suaves golpecitos al hombro de Dom, para que se despertase. Al principio se limitó a lanzar suaves gruñiditos, pero como vio que las sacudidas se volvían más insistentes, abrió los ojos con desgana. Matt se limitó a comunicarle la situación en voz baja, y abrió la puerta para que ambos salieran.

Durante todo el trayecto hasta la habitación de Dom, este estuvo apoyado contra Matt, los ojos apenas abiertos. En cuanto Matt abrió la puerta, Dom se tiró en la cama, simplemente dejándose caer, sin deshacerla siquiera.

- Espérame aquí – dijo Matt lanzando un suspiro. - Ya vuelvo ahora.

No podía dejar a Dom solo en ese estado, al menos, tal y como se había dejado caer en el colchón. Así que fue a avisar a Chris de que él ya se quedaba allí, que se fuese y no se preocupase, ya hablarían al día siguiente. Su amigo lo escuchó y asintió, aunque Matt no pudo evitar notar algo extraño en la forma en que lo miró, como si conociese algo que nadie más conocía.

No pudo evitar un escalofrío mientras subía las escaleras de vuelta a la habitación de Dom.



martes, 11 de enero de 2005

Inside You the World is Ending.


8.






Y allí seguía, cual ser inerte, sobre la cama sin deshacer; boca abajo, con la ropa y los zapatos puestos. Matt se acercó y lo llamó en voz baja, pero Dom ni siquiera se limitó a contestarle. Tomó unos segundos agachado a su lado, y comenzó a quitarle los zapatos. Luego, deshizo la cama y lo tapó, poniéndolo boca arriba.
Dom apenas tenía los ojos abiertos, como si no fuera capaz; Matt le tocó la frente y se dio cuenta de que tenía fiebre, y de que así su estado tenía algo de sentido. Le quitó la chaqueta y algunas mantas, y fue hasta la cocina, pensando en qué prepararle para que se sintiera mejor. Encontró un sobre de sopa, y decidió prepararla. Al menos, eso era lo que se hacía en casos como ese; así que dejó el agua a hervir y subió arriba, a comprobar el estado de su amigo.

Este estaba tiritando, pero al menos ya tenía los ojos algo más abiertos. En el momento en el que entró Matt, levantó la mirada y susurró algo parecido a “lo siento”, aunque Matt ni siquiera se lo tuvo en cuenta. Se sentó a su lado, la espalda apoyada contra la pared, y apartó algunos mechones de pelo de la frente húmeda de Dom, el cual no hacía más que mirarle fijamente.

Fue ese el primer momento en el que Matt se planteó si Dom recordaba algo, o es que simplemente estaba delirando debido a la fiebre.

No es que fuera significativo, pero tenía una peculiar forma de mirarle, como si quisiera decirle algo importante, pero sin saber qué y sin llegar a dejarlo escapar de sus labios. Había algo así como...¿deseo?
Era raro; era contradictorio.

- ¿Quieres que vayamos a ver a un médico...o algo? - Matt intentó hablar para dejar de pensar, o al menos, para concentrarse en otra cosa. Dom negó con la cabeza, apenas imperceptiblemente. - En ese caso, será mejor que descanses. Me quedaré por si necesitas algo, pero estaré abajo. Vuelvo en un momento.

Bajó, y sirvió la sopa en un plato que llevó hasta arriba, no sin dificultad. Dom se había sentado, sin explicarse Matt como, pero allí estaba. Le dio el plato, pero él lo dejó en la mesilla.

- Gracias, pero no era necesario.
- Al menos, intenta tomártela.
- Luego, ahora mismo está demasiado caliente. - Dom se tapó hasta arriba, pero Matt le quitó las mantas. - Ay, ¿qué haces?
- ¿No te han enseñado que no es bueno taparse cuando se está con fiebre?
- Pero es que tengo frío...
- Ya, pero si te tapas, va a ser peor.
- Entonces, quédate aquí conmigo.
- Ya te he dicho que me iba a quedar aquí.
- Creo que no me entiendes. - Dom hizo un hueco en la cama, y le dio unas palmaditas al colchón. - Quiero que te quedes a dormir conmigo.
Matt miró al techo, preguntándose qué había hecho él para merecerse eso, pero tampoco se negó, solo para que Dom no se quejase. Éste, satisfecho, se volvió a acostar y apagó la luz. A pesar de ser de día, las persianas estaban bajadas y la penumbra de la habitación era propia de la más oscura de las noches. Y allí estaban ellos: Matt mirando al techo, sin una pizca de sueño y con la mente en blanco, para variar; y Dom, que tiritaba de vez en cuando, pegado a Matt.

- Eres idiota. - Matt rompió el silencio de golpe.
- ¿Por qué dices eso? - contestó Dom en tono ofendido.
- ¿A quién se le ocurre meterse en el agua en plena noche, borracho y con ropa?
- A mí, a quién va a ser.
- Pues por eso te llamo idiota.

Dom rozó el cuello de Matt con la punta de la nariz, y éste no pudo reprimir un escalofrío que cruzó toda su columna vertebral. Se acordó del bosque, de Dom acorralándolo contra el tronco del árbol en el que había estado, ardiendo, húmedo y despeinado, borracho como nunca.

- Matt...
- ¿Qué?
- Nada...
- Dime.
- Nada, en serio.

Matt soltó un sonoro suspiro. Así era la vida con Dom, al fin y al cabo. Era impredecible, y tanto podía ser asquerosamente feliz como podía estar rompiéndose la cabeza con cualquier cosa. Matt suponía que por eso se llevaban y se entendían tan bien: en el fondo, aunque muy en el fondo, eran casi iguales. Y tal vez si la vida le hubiera sido más favorable, Matt sería un poco como Dom, tan feliz, tan...tan jodidamente inexpresable.

- Oye, Matt.
- ¿Ahora me vas a decir algo?
- Sí.
- ¿Qué?
- Quiero que me cantes algo.
- ¿Ahora?
- Sí. Y no te sonrojes, que te conozco. Tienes que ir practicando.

Matt no se podía explicar como sabía que se había sonrojado, pero así era. La sangre se había agolpado en sus mejillas como si el resto del cuerpo se le hubiera quedado sin sangre; el otro día, cuando había tocado y cantado para Chris y Dom, estaba bastante bebido. Ahora que estaba en un estado total de sobriedad, acostado en cama en un cuarto en penumbras con Dom, no se sentía tan seguro de sí mismo como lo estaba en aquella tienda en el medio de ningún sitio. Pero tampoco sabía decirle que no a Dom.

- ¿Qué quieres que te cante?
- Lo que tú quieras, pero algo.

A pesar de no verle, Matt se dio cuenta de que Dom lo estaba mirando. Estaban frente a frente, a escasos centímetros el uno del otro, como la otra noche, como la otra jodida noche que Matt no era capaz de borrar de sus recuerdos.
Trató de no pensar: ni en eso ni en el hecho de tener a Dom atravesándole con su candente mirada, tan cerca de él.
Y simplemente se concentró en la música, en lo que era su vida entera y en lo que le ayudaba a seguir adelante cuando sentía que no podía más, ni consigo mismo ni con la gente que le rodeaba.
Y, simplemente, surgió.

I can't remember when it was good,
moments of happiness elude.
Maybe I just misunderstood.

All of the love we left behind,
watching the flash backs intertwine.
Memories I will never find,
so I'll love whatever you become,
and forget the reckless things we've done.
I think our lives have just begun,
I think our lives have just begun...

Se cortó, cuando se dio cuenta de que realmente estaba cantando eso en voz alta; se sentó, de golpe, como si estuviera muy confuso.

- ¿Por qué has parado? Esa canción era maravillosa, ¿era tuya?
- S-sí...
- ¿Y por qué has parado?
- Porque no era lo que quería cantar. De hecho, no quería cantar ninguna de mis canciones. No sé por qué lo he hecho.
- Oye – Dom se sentó a su lado, y apoyó su mano en el hombro de Matt. Ese mero contacto volvió a provocarle un escalofrío, como si le transmitiera electricidad a través de las yemas de sus dedos. - No te tortures. Ha sido maravilloso, en serio, me ha gustado incluso más que la otra. Quiero que se la enseñes a Chris, y quiero que la trabajemos. ¿Tienes alguna más aparte de las dos que nos has enseñado?
- Sí, claro.
- Matt, no sabes como me alegro de oír eso. Y gracias por hacerme feliz, sé que no te agradaba mucho la idea de cantar y aún así lo has hecho...

Y así, de forma espontánea, besó su mejilla. Las mejillas de Matt se volvieron a sonrojar, y este se llevó la mano al sitio donde segundos antes habían estado los labios de Dom, el cual, ajeno a todo lo que estaba pasando dentro de su propia habitación, se había vuelto a acostar y comenzaba a adormilarse.