domingo, 9 de julio de 2000

Experimentando con Peterick.

La noche había caído ya.
El cielo oscuro todavía anunciaba una lluvia que no tardaría en prducirse.

Y estaba frente a todos. Hablaban en un tono demasiado alto en ocasiones, se reían, se burlaban unos de otros...yo intentaba aparentar la misma alegría que ellos, pero por dentro mi corazón estaba sangrando.

Le veía besándose con su novia.
Cada vez que sus labios rozaban, sentía como me rompía en mil pedazos por dentro una vez más.

Finalemente, opté por no soportarlo.

Estaba a punto de irme, cuando sentí que alguien me tocó el hombro.

- Patt...¿a dónde vas?


Supe en él acto que era él. Casi nadie me llamaba así, y sabía distinguir muy facilmente su voz, de tanto oírla. O tal vez de tanto soñar con ella. No lo sabía a ciencia cierta, para mí ya no había diferencia entre la realidad o la ficción.

- Lo siento Pete, no me siento bien, me gustaría quedarme, pero no puedo.

Já, la excusa más pobre que puede poner cualquiera. Bajé la vista, le dí la espalda una vez más y salí de allí.

En cuánto salí, el frío me caló hasta los huesos. La luna brillaba, e incluso parecía burlarse de mí.
Escuché la puerta del pub abrirse una vez más, y cuando me quise dar cuenta, él ya estaba de nuevo a mí lado.
Me mordí el labio inferior, todavía con la mirada clavada en el suelo.

- Dime que te pasa.

- Ya te lo dije Pete...mañana si quieres hablamos con más calma.
- No, quiero que me contestes, Patt, a mí no me engañas. - Me callé. Se había dado cuenta de que no le estaba diciendo la verdad. Pero si no le decía eso...¿qué le iba a decir? ¿Qué me iba porque sentía celos de su novia? ¿Qué me iba porque no quería sufrir con cada beso que se daban? Realmente era una pérdida de tiempo.

Levanté la vista, tropezando con sus ojos. Intenté apartar la vista, pero fuí incapaz.

Retrocedí un paso, y toqué la pared con la espalda.

- Patt... - se disponía a continuar hablando, pero se cortó. Me quedé mirandolo, estudiándolo con detenimiento. Se acercó a mí, hasta que casi no hubo distancia entre nosotros dos. - Quédate.


Solo dijo eso, nada más, y cuando me quise dar cuenta, sus labios estaban rozando los míos.

Por un momento no supe como reaccionar.
Jamás hubiera imaginado eso, y menos viniendo de Pete.

Pero me olvidé de eso, de que tal vez alguien saliera y nos viera, de él y su novia besándose...me olvidé de todo, y por un momento, en mi mundo solo estuvimos él y yo.
Y nadie podría arruinar ese momento.

Ya me daba igual si luego volvía con su novia, o pasase lo que pasase.




Porque ahora solo estábamos él y yo.