martes, 18 de junio de 2002

Helena.

10.






Como ya dije, mi vida nunca había sido fácil.
Mi padre siempre había maltratado a mi madre, cosa que nunca me fue fácil de aceptar, aparte de que mi alma se partía en dos cada vez que llegaba a casa del colegio y me encontraba a mi madre tirada en el suelo, sangrando, llena de golpes.
Ambas callábamos, ambas teníamos miedo a todo lo que pudiera pasar.

Con el paso del tiempo, me dí cuenta de que las cosas no me iban mejor en el resto de los campos que en casa.
En el colegio, tenía un fracaso escolar prematuro, entre los golpes que recibía mi madre, que me dolían más a mi que a ella misma, entre todo el sufrimiento acumulado en todo mi ser, entre mis ansias de gritarle al mundo y no sentirme capaz...acabé acudiendo a un psicólogo desde pequeña.
Las cosas no aclararon con el paso del tiempo.
Comencé a vestir de negro, pues de ese color era del que yo veía la vida que me rodeaba, no veía la luz por ninguna parte. Me convertí en una sufridora del mundo, pues jamás nadie me enseñó lo contrario. No hablaba con nadie en mi clase, ni siquiera tenía la costumbre de responder a mis profesores, pues tenía miedo de cometer algún error, tenía miedo de que me hirieran, como solía hacer mi padre cuando hacía algo mal sin darme cuenta, pequeños errores que nadie solía tener en cuenta pero que él castigaba una y otra vez a golpes, a cuál peor.

Siempre fui un ser frágil, que se rompe fácilmente a pesar de tener mil y una razones para ser más fuerte que el resto, para tener más experiencia en la vida que nadie.

Y como no, siempre había tenido la idea de que el amor no era algo echo para mí, repudiaba todo lo que tenía que ver con eso.
Veía a las chicas de mi escuela crecer, salir con chicos, dejarlos por otros...pero nadie se fijaba en mi. E inconscientemente, yo ardía en deseos de experimentar lo mismo que ellas, de tener la ilusión de que algún día alguien se fijara en mi, de que alguien me invitaría a salir...pero jamás tuve esa suerte.

Maduré, y me dí cuenta de que todo lo que quería, tenía que conseguirlo por mi cuenta.
No podía esperar, tenía que actuar, fuera como fuese. Y así lo hice, aunque ninguna de esas veces dio resultado. Lo único bueno de ese intento, fue Sam, desde entonces ella no se separó de mi lado. Llegué a amarla como el amor de mi vida, a quién pretendo engañar, siempre he sido bisexual, pero jamás me atreví a decirle nada respecto a mis sentimientos, y ahora no me arrepiento en absoluto de ello, pues sabía que las cosas cambiarían entre nosotras por ese simple echo.

Y ahora...estábamos aquí.
Y ahora...no sabía si reír o si llorar.

No sabía que camino tomar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario