sábado, 26 de junio de 2004

Broken Dreams of a Drug Addict.

2.





Ah, siempre había envidiado a mi padre. Él fue el hombre que yo siempre había querido ser. Pero como no, yo era más bien todo lo contrario. Él creó un negocio, prosperó, le dio una gran y buena vida a mi madre, una feliz infancia a mi mismo, creó un futuro a mi hermano aunque de poco sirvió, pues este murió hace cosa de cinco o seis años, víctima de un accidente de coche. Él murió poco tiempo después, cosa que todo el mundo asoció a que se había muerto de pena por mi hermano, pues lo quería más que a nada en el mundo, incluso en ocasiones me sentía fuera de lugar en mi propia casa por el amor que mi padre otorgaba a ese pequeño niño travieso que era mi hermano por aquel entonces. Él nunca tuvo la oportunidad de ver hacia delante, hacia el futuro, nunca tuvo la oportunidad de hacer el amor por primera vez, nunca tuvo la oportunidad de enamorarse, de estudiar, de decidir que hacer con su vida…aunque francamente, le envidio. Antes de llevar mi vida, preferiría estar muerto. ¿Qué por qué no me he suicidado? Supongo que soy demasiado cobarde, o supongo que tengo demasiada dependencia de la droga como para hacerlo, que sé yo. Albergo la esperanza de volverme loco por completo y matarme, ya sin consciencia en absoluto de mis actos. Pero ese momento no daba llegado, y mientras tanto, agonizaba entre un mundo lleno de niebla grisácea para mi. Era un maldito infierno.


¿Si la vida tuvo alguna vez color para mi, compasión?
Tal vez sí, hace cosa de dos o tres años, y como no, mi felicidad vino en forma de amor, llamada Allison.

Allison…Allison…cada vez que pienso en ella, una felicidad falsa me inunda por completo. Con ella pasaba más de la mitad de mis días, sin nada más que hacer que mirarnos fijamente, matar el tiempo, o tal vez compartirlo.
Y ella, como mi hermano, murió.
Solo que, como no, de sobredosis. Y sabía que era culpa mía, puesto que por mi culpa ella había entrado en este mundo, en este vicioso mundo. Pero claro, yo no fui consciente hasta más tarde, tan tarde, que no pude hacer nada por ella, ya no había remedio.

Recuerdo que esa noche me la pasé en vela, absolviendo esos polvos blancos de los que era completamente adicto, sumiso. Recuerdo que en cierto punto incluso olvidé por qué me sentía tan mal, tan infeliz. Creo que incluso me reí, y no sé de qué. Tal vez me reí de lo gilipollas que era, de lo fracasado que se sentía mi propio subconsciente, no lo sé.

Fracasé en el amor, en el futuro…fracasé en todo lo que me propuse.
Y sabía que casi todo lo que me había pasado tenía como culpable a mi adicción.

Pero a pesar de todo, yo sabía que nada tenía que hacer.

Me habría gustado poder contar algo mejor, algo más feliz, más interesante, algo por lo que tal vez se podría albergar la esperanza de que tuviera un final feliz. Pero por desgracia, no es así.

Al menos, no para mí.


A decir verdad, llevo toda mi vida albergando sueños en mi subconsciente. Sé perfectamente, al igual que sabía por aquel entonces, cuando forjaba todos esos sueños imposibles, que jamás los cumpliría, que ni siquiera tendría la oportunidad de intentarlos, pero sin embargo, seguía dándole vueltas a lo que me gustaría haber hecho, a lo que me gustaría haber llegado.

Me habría gustado que Allison siguiera a mi lado, me gustaría haber podido darle una vida decente, como la vida que le dio mi padre a mi madre, aunque creo que jamás me gustaría tener hijos, tan solo me habría gustad compartir toda mi existencia con ella, la alegría de mi vida. Me habría gustado dedicarme a algo que realmente me gustase, me habría gustado no ser dependiente de algo, y todavía mejor, me habría gustado no tener que depender de la droga. Me habría gustado poder ver una puesta de sol con ella, completamente consciente de todo lo que hacíamos, completamente felices. Me habría gustado morir tranquilo y feliz, con la idea de haber realizado bien mi tarea en el mundo. Pero por desgracia, más bien era todo lo contrario.

Y ahora, apoyado contra la pared de mi dormitorio, sentado en el suelo mirando a un punto cualquiera de la pared de enfrente, pensaba en todo ello y peor me sentía. Me odiaba, sentía asco por mi mismo.

Algún día me gustaría ir a visitar a mi madre, decirle todo lo que pienso, todo lo que siento, que la quiero, que la amo tanto como se lo merece, a pesar de que ella se merecía algo mejor que yo como hijo. Tal vez habría sido mejor que siguiera vivo mi hermano y que yo me hubiera muerto. Pero el mundo es cruel.

La vida es cruel.
Y yo no puedo hacer nada por ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario