miércoles, 25 de junio de 2003

The Daughter of Nowhere.

3.






Mientras leía, se acordó, inconscientemente, de ese momento. Ella, al lado de la cama de su madre. Era una mujer joven, pero llevaba acaecida por una enfermedad desde muy temprana edad. Estaba consumida, parecía una mujer mucho mayor de lo que realmente era, aunque sus ojos reflejaran una juventud que poco a poco, se iba apagando.
Le cedió el libro justo en ese momento, en ese tranquilo momento.
Tras eso, le pidió que la besara. Ella lo hizo, obediente, mientras que las lágrimas acudían a sus ojos y, tras eso, murió. Murió, y una parte de ella misma, escapó con su madre.

Tal vez, sus ganas de vivir.

Hizo un globo con el chicle, que explotó haciendo un estruendoso ruido.
Levantó la vista solo un momento, para encontrarse con un hombre tal vez de su misma edad, que leía el mismo libro que ella, incluso de la misma forma que lo hacía ella. No pudo evitar sonreír.
Él le resultaba tremendamente conocido, pero no sabía por qué. Recordaba vagamente haberlo visto en algún lugar, no que lo conociera realmente, aunque, si fuera alguien famoso, le parecía increíble que pasara desapercibido tan bien en un metro público.

Mientras lo observaba sin que nadie se diera cuenta y al mismo tiempo pensaba, el metro, paró. Había llegado a su destino.
Se levantó, cuando pudo ver, casi sin darse cuenta, que aquel chico también se había levantado.
Y entonces se dio cuenta de quién era realmente.
Billie Joe, cantante de Green Day.
Era mayor que ella, sin duda, aunque en un principio había pensado que tal vez tuviera su misma edad, antes de darse cuenta de quién era realmente. Él parecía menor de lo que era, y ella, por el contrario, parecía bastante mayor en comparación con la edad que realmente tenía. No pudo evitar volver a sonreír. No es que Green Day le gustara especialmente, pero no esperaba encontrarse con alguien como él en un sitio como ese, y más, leyendo exactamente el mismo libro que ella.
Lo miró una vez más y, finalmente, salió de ese asqueroso metro para dirigirse al conservatorio.

**

Finalmente, decidió dejar el ensayo por ese día. Definitivamente, hoy no estaba de humor para nada, ni siquiera para su amada música.
Salió del ensayo entre enfadado y frustrado consigo mismo, no entendía que demonios le estaba pasando, no entendía nada de nada, ni siquiera de lo que pasaba justo delante de sus malditas narices.

Metió sus manos en los bolsillos, la verdad es que hacía bastante frío, y su frustración no le ayudaba en absoluto.
Se limitó a andar sin casi pensar, sin rumbo, tan solo, andar. En cierto momento encendió un cigarrillo, lo necesitaba, al igual que necesitaba un café.
Encontró una cafetería y decidió entrar a tomar algo, comenzaba a hacer todavía más frío del que hacía en un principio, y eso comenzaba a hacerse insoportable.

Pidió un café bien cargado y caliente, mientras que apagaba el segundo cigarrillo del día en un cenicero. El café apenas tardó, mientras que el volvió a dedicarse a la lectura de su libro, puesto que no lo había acabado en el metro, aunque sabía perfectamente como acababa, al igual que como empezaba.
Dejó el libro a un lado en cuánto le llegó el café y suspiró tan solo una vez. Su vida estaba comenzando a carecer de todo su sentido. Todos los días lo mismo, incluyendo que ahora no estaba presente en casi ninguna de sus acciones inexplicablemente, sin contar que casi no tenía tiempo para estar con su mujer y que por mucho que la amara, pensaba muy poco en ella, pues su caprichosa mente se dedicaba mejor en pensar en chicas a las que tan solo había visto una vez en su vida, y que, seguramente, seguiría siendo así. No podía concentrarse siquiera en lo que realmente le gustaba, lo que realmente amaba más que todas las cosas, su música. No podía explicarse como se evadía de todo tan fácilmente, cuando antes le costaba perder la atención a esas pequeñas cosas que formaban su vida.

Dio un sorbo a su café. Decidió dejar de pensar en todo eso, incluso intentó vaciar su mente y, por una vez, funcionó. Pero no por demasiado tiempo.

Ella pasó por delante de la cafetería, a paso rápido, constante.
Él no lo pudo evitarlo. Se levantó y salió de allí, tan solo para poder verla una vez más. Se sintió estúpido por un momento, pero al instante, volvió a dejar su mente completamente en blanco.
Tan solo quería saber quién era ella, tan solo quería saber por qué se estaba volviendo completamente loco por ella, o al menos, esa era la verdadera conclusión que había sacado durante el tiempo que estuvo en la cafetería, con su cabeza dando vueltas una y otra vez sin darse ni siquiera cuenta de lo que estaba haciendo.

Anduvo como unas dos manzanas tras ella, hasta que la perdió de vista.
Soltó una maldición y la buscó por un cuarto de hora más, pero sin resultado.

Finalmente, decidió desistir.

Comenzó a andar para volver a coger el metro de vuelta a casa, mientras que por una vez en mucho tiempo, se sentía que estaba con los pies pegados a la Tierra, y que debía tomar una gran determinación en su vida para que todo comenzara a cambiar para mejor de una vez por todas.

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