domingo, 22 de junio de 2003

The Daughter of Nowhere.

6.






Me miró, se quedó callado.
- No es precisamente eso...
Comenzó a hablar de su vida, aunque realmente no quería hacerlo. Me contó que no sabía lo que pasaba consigo mismo, que no se sentía la misma persona que hacía dos, tres meses.
Continuamos hablando, comprendiéndonos mutuamente durante casi toda la tarde, hasta que le dije que me tenía que ir, pues perdería el metro.
- Puedo llevarte, he traído mi coche.
- No hace falta, pero gracias de todos modos – me levanté, dispuesta a irme, y él hizo lo mismo.
Me lo pidió una vez más. No, no fui capaz de decirle que no.
Me llevó hasta su coche, hasta su increíble coche. Por detalles como esos, volvía a la realidad, me daba cuenta de que estaba con Billie Joe, no con alguien cualquiera. No es que eso me importaba, si francamente, me daba igual, puesto que Green Day tampoco había sido mi fuerte, pero sabía que a los demás sí que les importaría. Sabía que yo podría involucrarme en temas que no me importaban por el mero hecho de verme con Billie Joe, aunque solo fuera una simple vez. Pero por el momento, decidí dejarlo pasar, total, dudaba que una tarde como esa se volviera a repetir. Qué equivocada estaba.

Me dejó frente a mi casa. Se lo agradecí, y justo cuando me disponía a salir del coche, me invitó a volver a quedar, y como no, yo le dije que sí como una completa idiota. No sabía por qué, pero él tenía ese “algo” que me cautivaba, que hacía que mi fuerte personalidad se desvaneciera como si nunca hubiera estado allí. Entré en casa llamándome imbécil, por mucho que supiera que una parte de mi, bastante en el interior, estaba comenzando a sentirse feliz, como no se había sentido... ¿nunca?

**

Desde ese día, algo cambió en mi vida. Al menos, cambió mi rutina diaria.
Terminaba mi turno en la tienda y quedaba con él, que ya me estaba esperando fuera, apoyado en su coche, algunas veces fumando un cigarrillo, otras veces simplemente mirando a un punto del horizonte cualquiera, incluso mirando con impaciencia la puerta de la tienda, pero lo que contaba, es que siempre estaba allí. Me llevaba a un café, incluso a veces a un parque en el que nos sentábamos en un banco a fumar, o tan solo a charlar, pero lo que estaba claro es que desde aquel día, Billie Joe se convirtió en una compañía indispensable para mí, tal vez la única que había tenido en mi vida.
Ahora que lo pienso fríamente, creo que la única persona con la que me he llevado en algún momento de mi vida bien, ha sido mi hermano. Sí, tengo un hermano. No sé que ha sido de él, y tampoco me importa. Él se hizo cargo de mí cuando mi madre cayó enferma, ya que no podía hacerse cargo de mí y yo todavía era demasiado pequeña como para poseer mi propia independencia. Realmente, le odiaba. Era frío conmigo, no me hablaba más que para lo indispensable y en contadas ocasiones me hacía sentir peor que una mierda, echándome en cara que era una carga tanto para él como para mi propia madre. Era realmente horrible, yo siempre terminaba sintiéndome mal por su maldita culpa. Muchas veces me gustaba imaginarme a mi misma gritándole, diciéndole todas esas cosas horribles que se pasaban por mi infantil cabeza y que tenían que ver sobre él, pero jamás fui capaz de hacerlo. Tal vez era que aunque siempre hiciera lo mismo, él siempre se acababa dando cuenta de que había cometido un gran error. Entonces se agachaba a mi lado, besaba mi frente e incluso llegaba a darme caramelos en contadas ocasiones, se convertía en ese amigo que jamás tuve, se convertía en ese tipo al que adoraba, en ese tipo tan increíblemente sincero, bueno, tan amigo mío como lo era en esos momentos Billie. Pero claramente, era todo una ilusión, él no era de esa clase de personas ni por asomo, pero era tan real cuando me miraba con esos ojos verdes tan impresionantes que tenía, tan sinceros, tan transparentes...y que me recordaban tanto a los de Billie. Creo que por eso nunca fui capaz de decirle que no a nada, al menos, en un principio. Llámenlo trauma infantil, llámenlo como les venga en gana, pero en ocasiones creía que tan solo era por eso, por ese recuerdo del pasado tan increíblemente familiar. Spencer había sido horrible conmigo, pero en momentos como ese, llegaba a amarlo como el hermano que era, a tratarlo como el único ser humano con el que me había llevado bien hasta el momento en toda mi vida, aunque media hora más tarde estuviera odiándolo con todo mi ser. A veces incluso me culpaba a mi misma de ser tan incrédula, tan estúpida, pero cuando lo pienso ahora me doy cuenta de que no era culpa mía, tan solo era una niña pequeña, casi no había maldad en mi. Todavía era inocente. Al menos, todavía.

Ahora ni siquiera sabía lo que era.

No hay comentarios:

Publicar un comentario