lunes, 23 de junio de 2003

The Daughter of Nowhere.

5.







Llegué a la tienda, a la hora exacta en la que comenzaba mi turno y, milagrosamente, me encontré con la tienda completamente vacía. Dejé escapar un suspiro y me dediqué a leer la revista, ni siquiera me fijé en la noticia que ocupaba la portada de la revista, que hablaba del reciente divorcio de Billie Joe. Claro, eso no lo sabría yo hasta más tarde, de momento, ni siquiera me preocupaba por él.
Alguien entró en la tienda, pero yo ni siquiera levanté la vista de la revista, ya tendría tiempo de verlo cuando se dirigiera a caja. Mientras tanto, podía hacer lo que le diera la gana, que no tenía pensado desviar mi vista a él.
Al cabo de un rato, se acercó, por lo que no me quedó más remedio que levantar la vista. Y allí estaba. Sí, ni más ni menos que Billie Joe Armstrong, delante de mis narices. En cuánto me vio, como no, no se limitó a sonreír o quedarse callado, como hacía el resto de los clientes, si no, que como no había nadie más esperando y no tenía prisa, se dedicó a hablar conmigo.

- ¿Nos vimos el otro día en el metro, verdad? - Como se le iba a olvidar, si más tarde descubriría que ese mero hecho había estado rondando por su cabeza durante días y días.
- No lo recuerdo, la verdad. - Intenté hacerme la ignorante, era lo que siempre me funcionaba cuando quería evadir un tema.
- Estabas leyendo El Guardián Entre el Centeno, exactamente el mismo libro que estaba leyendo yo – sonrió, y ahora sí que no pude evitar mirarlo fijamente. Tenía una sonrisa realmente cautivadora, aunque claro, nunca antes me había dado cuenta. - ¿Cómo te llamas?
- Stefani.
- Bonito nombre. Yo soy Billie Joe.
- Creo que ya lo sé. - Esta vez sonreí yo. Como para no saber quién era él, cuando todo el mundo estaba hablando de él.
- Bueno, siempre está bien guardar las formalidades – añadió con una sonrisa.
- Conmigo no tienes por qué hacer eso, no sigo ninguna clase de formalidad con nadie, tan solo me llega con decir y que me digan lo que pienso o piensan.
- Es lo que debería hacer todo el mundo...pero no tenía pensando empezar con mal pie esta conversación. - Le sonreí, en verdad comenzaba a caerme bien, y eso que era algo extraño que alguien lo hiciera.
- Entonces, te perdono. - Reí, por primera vez en bastante tiempo, francamente.
- ¿Hasta cuando trabajas aquí?
- Ahora mismo tengo que trabajar tres horas más aquí, después tengo descanso.
- ¿Te importaría que siguiéramos esta conversación más tarde, en otro lugar?
- ¿Por qué no? No todos los días se conoce a alguien que comparta mis gustos por un libro como El Guardián Entre el Centeno – me sonrió una vez más.
- Puedo pasarme por aquí dentro de tres horas.
- Perfecto.
- Pues hasta luego, entonces.
Me despedí de él mientras pensaba que era la primera persona en semanas que me dirigía la palabra sin tener la obligación de hacerlo, al igual que jamás había visto a un hombre tan directo como él. También me preguntaba como había cedido con tanta facilidad, pero no me había visto capaz de responderle otra cosa.
Finalmente, decidí no pensar en ello y afrontar lo que yo misma había decidido para mí.

**

Tal y como había prometido, allí estaba tres horas más tarde. Incluso barajé la posibilidad de que olvidara nuestra cita, pero no fue así, y ni siquiera supe si para mi propio bien o si para mi propio mal, al menos, por aquel entonces.

Me llevó hasta un café, y a partir de ahí, comenzamos a hablar, en nada concretamente. Después de una media hora hablando sin parar, me dí cuenta de que él pensaba como yo en casi todos los temas de los que hablamos, y creo que era la primera vez en mi vida en la que me ocurría algo semejante.
- Eres una chica muy particular – me dijo, de pronto, cortando el hilo de mis pensamientos.
- Créeme, no es la primera vez que me lo dicen. - Reí. - No suelo ser así con todo el mundo, por lo general, no le hablo a nadie.
- ¿Por qué? - me atravesó con ese par de ojos verdes tan increíbles que tenía.
- No lo sé ni yo...supongo que es porque francamente no me gusta rodearme de gente, es algo que siento desde pequeña y no sé explicar – bajé la vista a la taza de café que había pedido.
- Bueno...es algo bastante normal, aunque parezca mentira. Es más, no es la primera vez que a mi me pasa algo así, pero bueno...lo mío ha sido por etapas, que es algo más frecuente. Aunque viéndolo desde otra perspectiva...está bien lo que haces, yo no me juntaría con la mitad de las personas con las que tengo que encontrarme todos los días en mi trabajo – sonrió, aunque noté que su sonrisa no era feliz.
- Hay algo que te preocupa, ¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario