miércoles, 20 de junio de 2001

Whatsername.

8.






En cuanto la conocí, supe que no me había equivocado, que ella era a la que había estado buscando, a la que había estado esperando.
Suena estúpido decirlo en voz alta, tampoco me deja de sonar estúpido hablar de estas cosas.
Pero era lo que sentía.
Amor, si eso existe de verdad.

No sé cuánto tiempo estube con ella después del concierto, no sé cuántas cosas le confesé que jamás le hubiera dicho a nadie.
La llevé hasta su casa, me despedí de ella sin quererlo, prometiéndole que nos volveríamos a ver.
Sin quererlo, volví a sentirme estúpido.
Ella era demasiado para cualquiera, especialmente para mi.
Pero aún así, no podía dejar de estar con ella.

Llegué a mi casa con un montón de ideas en la cabeza. Algunas buenas, otras que no me merecían la pena, pero al fin y al cabo, ideas, que no siempre se me ocurrían demasiadas.
Mi casa era - y sigue siendo - un pleno desorden. Sinceramente, no me paraba a arreglar nada en ella, básicamente porque casi nunca estaba en casa, ya bien porque tuviera demasiado que hacer o por no tener nada que hacer.

Me senté en cama, encendí un cigarrillo.
Pensé, le di vueltas a todo lo que tenía en la cabeza.
Escribí algunas frases en un trozo de papel, algunas ideas, la mayoría sin fundamento, mi mente estaba en otra parte.

Y yo sabía perfectamente dónde estaba.
O mejor dicho, con quién estaba.
Mi mente y mi corazón.

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