lunes, 18 de junio de 2001

Whatsername.

10.






Odiaba los viajes, sí, pero ese fue el viaje más fantástico y maravilloso de mi vida, no me arrepentiré jamás de haber ido, de haber estado en todos sus conciertos, emocionándome en todos, sin excepción, viviéndolo como poca gente lo hacía.

Él aprovechaba su poco tiempo libre para estar conmigo, a pesar de que yo le insistía en que descansara, el se negaba a hacerlo si no era conmigo.
Creía que yo era la que dependía de él, pero a veces se comportaba como si él dependiera de mi también.
Lo quisiera o no, eso me hacía sentir como solo lo sabía hacer él: única, diferente.

El día que regresamos a casa ya no éramos dos personas, éramos una sola.
Éramos una pareja dispar, distinta, pero por dentro éramos exactamente igual, y le quería tanto que estaría dispuesta hasta a cambiar si él me lo pidiera, aunque supiera que él nunca sería capaz de pedirme eso, cosa que le agradecía bastante.
Me dejaba hacer lo que quisiera, le gustase o no, para él era más importante mi felicidad que la suya propia, aunque en mi caso fuera lo contrario.
Por esta razón, cuando me enteré de la noticia que acabaría con todo mi sueño, no le dije nada.
No quería hacerle daño.
No quería que su felicidad se viera dañada, aunque eso pasaría de todos modos.

Como ya dije desde el principio, todas las cosas que amo acaban dañadas, rotas, tal vez despedazadas.
Pero él era lo más importante que me había pasado nunca, lo mejor que me había pasado nunca, la razón de mi vida. Y no me perdonaría a mi misma que le pasase algo.

Fue una tarde de septiembre.
Una fría tarde de septiembre, demasiado fría para el gusto de cualquiera.
De repente, me mareé.
Él estaba conmigo, el mismo me llevó al hospital, a punto de estar completamente desmayada.
Sentí frío, y no por el ambiente, si no era el frío que salía de dentro de mi, que comenzaba a rodearme poco a poco, por mucho que lo sintiera cerca de mi, dándome su calor, dándome lo que realmente necesitaba para vivir.
No sabía lo que me pasaba, pero aún así, no estaba asustada, aunque sabía que él sí.

Siempre había jugado con tocar a la muerte, y justo cuando creía que estaba a punto de tocarla, no le tenía miedo.

Aunque lo que menos deseaba en estos momentos, era dejarle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario