martes, 19 de junio de 2001

Whatsername.

9.






Pasó el tiempo.
Creo que fue el espacio de tiempo más feliz de mi vida.
Indefinido, pero sin duda, el más feliz.
Seguía con él a mi lado, sacándome de la oscuridad más y más, disipando mis malos pensamientos, curando las heridas de mi alma.
Podría decir que por primera vez en mi vida me sentía completa, llena hasta "el borde".

Pero no todo podía seguir igual toda la vida.
La fama llegó, y con ella, mis obsesiones.

Llegó y me lo dijo.
Se irían de gira.
Quería llevarme, pero sabía que tampoco podría desprenderme de aquí con tanta facilidad, a pesar de que yo por él podría hacer cualquier cosa, fuera o no posible.
El único problema era que había florecido un miedo en mi, y esta vez no era el miedo a enamorarme, pues él había echo que perdiera ese miedo con una facilidad impresionante; tenía miedo de perderle.
Ahora estaba dónde siempre quiso estar.
Se dedicaba a lo que quería, tenía el mundo a sus pies, era perfecto y tenía tantos fans como quería. Y cualquiera de aquellas chicas fanáticas de Green Day era más bonita que yo, al menos en mi opinión, por mucho que él dijera que no había nada ni nadie comparable a mi.
Sabía demasiado bien que las cosas no podrían seguir eternamente.
Y ese era mi principal miedo, miedo a perderle, a que de un día para otro se olvidara de mi y de todo lo que él significaba para mi, tanto que se había convertido en una parte esencial de mi vida.
Tenía miedo de romperme en pedazos y quedar peor que antes de su llegada a mi vida.
Y por mucho que él me convenciera de lo contrario, no podía dejar de tener miedo.

Al final, terminé por irme de gira con ellos, tal vez por morirme por no tenerle cerca, tal vez porque la distancia me mataría, no lo sé.
Odiaba viajar, él lo sabía tan bien como yo; no se separó ni un momento de mi, se lo agradecí.
Apoyé mi cabeza sobre su hombro, aspiré su inconfundible olor y sentí como sus dedos se enrredaban en mis cabellos, cerrando los ojos para sentirlo.

Tal vez él no fuera el hombre perfecto, pero era imperfectamente perfecto.
Y cada vez lo quería más y más, inexplicable pero realmente.

Tal vez sabía desde el principio que esto estaba destinado al fracaso, pues mi visión de la vida nunca ha sido muy nítida, pero tal vez lo único que buscaba era algo a lo que aferrarme, aunque no fuera eterno, aunque no fuera más que efímero. Necesitaba algo, alguien con lo que sentirme viva, mi razón de vivir. Él se había convertido en mi razón de vivir.
Y no me preocupé por el futuro.
Me daba igual si el precio era el sufrimiento.
Me merecía la pena.
Nada era comparable a estar con él, nada era comparable a que el me susurrara las palabras que me hacían delirar por él, nada era comparable a que me cantara en susurros sus canciones, como una canción de cuna, como si yo no fuera más que una niña, una pequeña y estúpida niña a su merced, pero que sin embargo, me hacía sentir tan bien.

Y me volví a sentir como el día en el que lo conocí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario