Inside You the World is Ending.

16.

El café estaba casi vacío. Era un establecimiento caro al que Gregory había insistido en llevarlos. Dom supuso que ese hombre no estaba acostumbrado a estar en cualquier sitio. A la larga, uno se acaba aclimatando a un determinado modo de vida. Y cogiéndole gusto también, vamos.

- De verdad chicos, me habéis impresionado mucho. Y hace demasiado tiempo que eso no ocurre – añadió, esbozando una sonrisa. - ¿Cuánto tiempo lleváis dedicándoos a esto?

- Lo cierto es – Matt no pudo evitar una sonrisa – que apenas llevamos un mes y medio, aunque de un modo u otro, todos llevamos años dedicándonos a la música. De hecho, yo no recuerdo mi vida antes de la música.

- Pues quién lo diría... - Gregory entrecruzó los dedos de ambas manos entre sí. - Bien, pues no me importa lo jóvenes que seáis ni el poco tiempo que llevéis trabajando. Ni siquiera sé si tendréis el hábito de ello. Todo me da igual, lo único que sé es que os quiero. Y estoy dispuesto a pagar un alto precio, os lo advierto. Es una oferta que no podréis rechazar.

A su lado, junto a sus pies, había un maletín de aspecto costoso. Gregory lo abrió y sacó unos cuantos documentos que dejó sobre la mesa después de haberlos repartido en tres ordenados montones, uno para cada uno.

- Sé que no podréis rechazarlo, porque la oferta es exageradamente buena. Incluso podría llegar a negociar un poco si insistís. Pero antes de que los leáis, quiero que tengáis muy clara una cosa: aunque sean difíciles de encontrar, los talentos se apilan en cualquier esquina. Si buscas bien, puedes encontrar a los mejores músicos del mundo viviendo hasta debajo de un puente. Lo único que quiero que tengáis en cuenta es que no todos los talentos maravillosos de este mundo tienen el reconocimiento que se merecen. Y tal vez pase mucho tiempo hasta que tengáis otra oferta.

- Lo sabemos.

- Además... - Gregory apoyó los codos sobre la mesa, echando el cuerpo hacia adelante. - Soy uno de los mejores del mundo en lo que hago. No podréis estar con nadie mejor. Eso os lo puedo asegurar desde este momento.

Dom miró a Chris, y este a Matt. Él, antes de hablar, cruzó una mirada con Dom.

- Mentiría si dijese que esto no es lo que estábamos buscando. Incluso es mucho más de lo que esperábamos encontrar. Creo que ninguno de nosotros podría oponerse a semejante oferta. - Matt daba suaves golpes a la mesa con las yemas de los dedos, como para no darse cuenta de lo que en realidad estaba pasando ante sus ojos.

- En ese caso... - Gregory se levantó. - Iré a hacer un par de llamadas, para que habléis entre vosotros. - Dejó una estilográfica elegante, como todo en ese hombre, sobre la mesa. - Cuando estéis totalmente seguros, firmad esos papeles.

Y dicho esto se levantó y desapareció de la vista del asombrado trío que no terminaba de creerse su suerte.

- ¿Creéis que hay algo que pensar? - Dom estaba radiante, como si fuera el mejor día de su vida; probablemente lo era.

- Yo creo que sí. ¿No os parece demasiado bueno como para ser cierto? ¿Y si podemos ir aún más lejos sin tener que firmar nada con ese hombre? - Matt dijo esto mientras arrugaba el entrecejo con una preocupación abrumadora.

- Matt, eres un maldito pesimista. No tenemos nada que perder. Ya estamos en lo más bajo de entre lo más bajo. ¿Qué nos puede pasar? Si no arriesgamos, nunca llegaremos a nada. - Chris hablaba, pragmático, mientras Dom asentía junto a él silenciosamente. Bajó la cabeza, pensativo. Se dedicó a leer frases sueltas del contrato, el cual se notaba meticulosamente estudiado, sin aparentes fisuras; él tampoco era quien de juzgar contratos, pues pocas veces – por no decir ninguna – en su vida le habían puesto uno delante.

- Bien, chicos. Quiero que hagamos entre nosotros tres un trato.

- Te escuchamos. - Dom se echó ligeramente hacia adelante como indicando que le estaba prestando toda su atención. Chris había colocado su dedo índice sobre los labios y permanecía en un mutismo total.

- Le diremos que no firmaremos ese contrato en caso de que nos dé una permanencia. Nos quedaremos con él el tiempo que nosotros queramos, y pediremos un período de prueba para saber por donde nos quiere llevar ese hombre. ¿Qué me decís?

- Te apoyo. - Chris separó el índice de la boca solo para soltar esas dos palabras con solemnidad. Dom sonrió, como si no necesitase añadir nada más.

- Creo que mi respuesta ya la conocéis los dos. De cualquier manera, lo que piense Matt está bien.

Pensó la frase y luego deseó habérsela tragado. Sabía que no decía nada, que no significaba nada, que era lo que cualquiera diría, pero eso no hizo más que recordarle todas esas cosas indeseables que estaban flotando por su cabeza, una y otra vez. Le dedicó una breve mirada por el rabillo del ojo y así estaba, como siempre, como perdido en su mundo, tamborileando sobre la mesa con esos infinitos dedos suyos de pianista, algunos mechones de pelo rozando su frente y esos profundos ojos azules que lo decían todo y nada a un mismo tiempo. Tan complicado y a la vez tan sencillo, absolutamente todo en él, de los pies a la cabeza.

- De acuerdo, en ese caso, le diremos lo que pensamos en cuanto vuelva. - Matt sonrió, satisfecho. Todo estaba decidido y casi hecho. La ojeada por parte de Dom no le había pasado desapercibida, y no sabía por qué se alegraba tanto de que hubiera sucedido; tal vez se sentía seguro si él estaba cerca, aunque realmente no hiciese nada, aunque realmente no supiese nada de la realidad de sus pensamientos. ¿Cómo podría su mejor amigo tomarse el hecho de que una extraña noche de borrachera había despertado unos sentimientos cercanos a la obsesión en él y por él?

Pensó en hace apenas unas horas. Pensó en el tacto de la mano de Dom, en su voz, en su confianza, en su cuerpo en tensión, en su sonrisa contagiosa.

Estaba metido hasta las cejas dentro de un agujero del que no podría salir, pero, a pesar de todo, la vida nunca le había parecido tan maravillosa.