domingo, 2 de enero de 2005

Inside You The World is Ending.

17.






Irlanda siempre le había parecido un lugar casi místico.
A decir verdad, esperaba ir a un lugar más lejano a su hogar, pero ya el simple hecho de salir de Teignmouth elevaba el espíritu de Matt Bellamy a un nivel próximo al nirvana. Y de hecho, Irlanda siempre había sido un sitio que había querido visitar. Era como estar fuera de casa pero con la omnipresente sensación de solo haber andado unos pasos más allá de ese pueblo de mala muerte en el que vivían. Lo encontraba divertido, como una manera de “aclimatarse al cambio”.
Callejeaba por Dublín sin cansarse jamás; le parecía una ciudad refulgente, brillante, nueva, incluso exótica por momentos. Vaciaba su mente como nunca antes lo había conseguido y se sentía estúpidamente feliz; había incluso compuesto unas quince canciones en menos de dos días, y por primera vez en su vida, todas le gustaban. Comenzaba a sentirse realmente orgulloso de su trabajo, de su banda y de quién era él mismo, y la verdad es que, de todo lo que le había sucedido hasta ese momento, eso era lo mejor con mucha diferencia.

- Y bien, ¿qué os parece Irlanda? - preguntó Gregory Jones mientras se sentaban en la mesa a la hora de comer. Habían concertado una comida en un caro restaurante del centro de la ciudad, y aunque ninguno de los tres chicos se sentía cómodo en un sitio como ese, tampoco encontraron educado negarse a quedar con el que ahora gobernada sus vidas artísticas.
- Es un sitio maravilloso – Matt no pudo evitar impregnar su opinión de lo que realmente sentía cada vez que ponía un pie en esas calles que para el representaban la pura libertad.
- Me alegro de oír eso. Y veremos como es el público, ya que mañana por la noche tendréis vuestro primero concierto fuera de Reino Unido – añadió con una sonrisa. - Así que espero que esta noche descanséis bien para rendir al máximo mañana.

La atmósfera de felicidad lo inundaba todo. Si esta tuviera un color, y ese color fuese el blanco, la vida de Matt en esos momentos sería del más blanco de los blancos, con excepción de una mancha grisácea, que era lo que Dominic Howard representaba en su cabeza, aunque no sabía si para bien o para mal.
¿Qué cuál era el verdadero problema de todo lo que sentía?
Por mucho que fuera el modo de vida de algunas – bastantes - personas, Matt seguía sin encontrar ético del todo que le gustase alguien de su mismo sexo. No tenía nada en contra de la homosexualidad, pero sí que tenía algo en contra de serlo él mismo, además de que sabía que eso requería un valor del que él carecía. Por otro lado, estaba el hecho de que perdería a su mejor amigo si decidía confesar lo que sentía, pues Matt ignoraba totalmente el hecho de que Dom sentía lo mismo que él: de hecho, ni aunque fuera lo más evidente del mundo, Matt no se percataría, pues era de esa clase de persona que tiene el convencimiento de que no podría llamar la atención de nadie ni queriéndolo.

**

Aquella noche tuvieron el concierto, el tan temido concierto. Al contrario de lo que todos ellos esperaban, fue el mejor que habían dado hasta la fecha. Matt bajó del escenario sonriente mientras un público enloquecido seguía pidiendo una canción tras otra. Cerró los ojos queriendo guardar ese sonido para siempre.

¿En qué momento todos mis sueños se han hecho realidad?

Era incapaz de no pensar en esto una y otra vez.

No todos.

...pero su subconsciente rápido borraba esa sensación de felicidad de su ser. Seguía estando Dom ahí, y eso era algo imposible de olvidar: ni a golpes se lo podría sacar de la cabeza.

Y entonces fue cuando, en el bar al que fueron tras el show, decidió que se buscaría una novia, alguien a quien llevarse de gira y darle todo el amor que su cuerpo entero creía que le correspondía a Dom.

Anna estaba apoyada en la barra del bar. A Matt le resultó imposible no fijarse en ella, en sus largas y delgadas piernas, en su pelo castaño, en sus ojos verdes. Antes incluso de hablar con ella, sabía que era italiana, lo cual llamaba todavía más su atención, pues su amor irracional por Italia existía incluso antes de él tener recuerdos. Al verla, se dio cuenta de que era ella, ella era la que estaba buscando. Tal vez demasiado para él, pero perfecta al fin y al cabo. Y con unas cuantas copas encima, Matt se sentía capaz de cualquier cosa en este mundo.

Dom intentaba ser disimulado, pero cada minuto que pasaba se le estaba haciendo más y más difícil no mirar fijamente a Matt, charlando con esa chica, compartiendo risas, soltando alguna que otra palabra en un italiano mal pronunciado mientras ella lo miraba con el amor de alguien que sabe que está predestinado a querer. Dominic Howard ni siquiera la conocía, pero ya la odiaba con todo su ser. Bebía y trataba de olvidar la realidad, pero cuanto más lo intentaba, más presente estaba. Era consciente de la cercanía entre ellos dos al igual que era consciente de lo borracho que estaba. De lo que no era consciente era de que se estaba levantando, y, que cuando quiso darse cuenta, estaba en el suelo.
El siguiente recuerdo de Dom es estar en cama, sintiendo una mano cálida sobre la frente. Alguien le había quitado los zapatos y lo había tapado, y Dom creía estar en el mismo cielo hasta que, como una pesadilla recurrente, la imagen de Matt con aquella mujer volvió a su mente. Entonces se dio cuenta de que tenía que volver a ese bar y gritarle a Matt que no se podía ir con nadie que no se llamase Dominic Howard, es decir, con nadie que no fuese él mismo. Abrió los ojos incorporándose abruptamente, recibiendo a cambio un breve pero intenso mareo.

- Acuéstate, vas a acabar vomitando.

En ese momento dirigió la vista a la esquina de la que había llegado el sonido. Y allí estaba él. A pesar de estar conociendo a la mujer probablemente más maravillosa del mundo para él, lo había dejado todo para estar junto a su mejor amigo. Dom se dejó caer de nuevo en cama, y no pudo ocultar una ligera sonrisa.

- Te quiero, Matt.
- Anda, descansa, estás borracho.

Sin embargo, esta vez fue Matt quien sonrió.




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